EL año pasado, el curso escolar empezó en Andalucía el 7 de septiembre. Este año se ha retrasado hasta el 15 ó el 16, dependiendo de los ciclos. Y como siempre, el curso empezará con esos absurdos periodos de adaptación que reducen la jornada escolar a dos o tres horas hábiles, de modo que los padres -o los abuelos, o quienes se puedan ocupar de los niños- tendrán que hacerse cargo de sus hijos, durante los primeros días, a la una del mediodía o incluso antes. En total, los alumnos de la enseñanza pública y concertada habrán tenido tres meses seguidos de vacaciones. Y no hay que olvidar que bastantes comedores escolares no suelen funcionar en junio ni en septiembre.

¿Qué hacen las familias para organizar su vida con un calendario así? ¿Quién lleva y recoge a los niños? ¿Quién se ocupa de ellos cuando sus padres están en el trabajo? ¿Quién controla los programas de televisión o los lugares de internet por los que navegan los escolares en vacaciones? ¿Y quién les recuerda a esos niños que tienen deberes por hacer, exámenes pendientes que deben repasar y libros que todavía han de leer? Nadie lo sabe. Averiguar quién se hace cargo de los niños durante esos tres meses, cuando los padres que trabajan sólo tienen un mes de vacaciones, es un enigma que nadie nos ha explicado aún. Supongo que el milagro se debe a los abuelos, que sustituyen a los padres cuando éstos están ausentes, y también a los malabarismos de los padres que se cogen una baja o se ausentan del trabajo para ocuparse de sus hijos durante ese tiempo. Pero me pregunto qué pasa con las familias que no tienen abuelos o que no pueden ausentarse con facilidad de su trabajo, que suelen ser las familias más desfavorecidas: las familias de los inmigrantes, por ejemplo, o las familias formadas por madres que viven solas, muchas veces también inmigrantes, por cierto, con lo que todo se complica mucho más. Algún día deberíamos saber cuántas horas de absentismo laboral se deben a los horarios escolares, y cuántos problemas de bajo rendimiento educativo se deben a los largos meses de vacaciones. En este país tenemos miles de expertos, pero que yo sepa nadie se ha puesto a estudiar este asunto.

No quiero que se me malinterprete. Tengo una gran estima hacia los profesores, que para mí realizan una labor sagrada y casi siempre poco valorada y mal retribuida. Creo en la escuela pública. Y no estoy de acuerdo con las medidas de Esperanza Aguirre que obligan a los profesores de Madrid a dar 20 horas lectivas en vez de 18. Pero cuando un país tiene un grave problema educativo y unos índices espeluznantes de fracaso escolar, el calendario escolar es un asunto muy importante. Y tal como están las cosas, tres meses de vacaciones parecen muchos meses. Demasiados.

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