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francisco / andrés / gallardo

Cao, Cao

COREA del Norte es el lugar de la gente triste. Las miradas de los hijos de Kim revelan la opresión y atonía en la que viven, en ese inmenso campo de concentración donde todos sospechan de todos. Un territorio donde todo está revestido por la militarización para una sociedad psicótica y aislada, contagiada de manía persecutoria. Y hay tipos como el catalán Alejandro de Cao que volando va, volando viene, por el camino se entretiene con las divisas al servicio del régimen norcoreano, al que sirve como proselitista y propagandista. En tierra hostil ha llevado al prime time la realidad de Corea del Norte, aunque sea esa realidad sesgada que impone el tótem a sus visitantes. Con esa cáscara nos vale para sospechar de lo que realmente sucede tras los muros de esa dictadura neurótica. El gesto envarado de sus millones de habitantes ya nos alerta de la presión psicológica perpetua en la que viven.

De Cao aparecía por Espejo público para ufanarse de su régimen y acusar a España de las mismas obsesiones de sus jefes: espionaje, control y manipulación. Nos bastaba la carcajada como respuesta, pero Griso y su equipo rebatieron a De Cao como si nos importaran de verdad todos esos reproches de Corea del Norte. Albert Castillón llegó a dar un portazo a lo Tómbola.

Aunque sea por la rendija de la cortina del autobús, Jalis de la Serna nos colocó en la mesa lo que es una dictadura comunista ególatra que para colmo presume de sociedad igualitaria: sí, todos viven oprimidos y mortificados. Unos más y otros algo menos, salvo una minúscula élite que, de todas formas, puede acabar arrojada a los perros hambrientos con cualquier capricho celoso del dictador.

La visita a Corea del Norte, como la que ya hizo Jon Sistiaga para Cuatro, no requería osadía ni salirse del tiesto. El testimonio periodístico precisamente es el no-testimonio. Ha habido críticas hacia En tierra hostil por su complacencia para acometer el reportaje. Pero no fue por falta de insistencia del reportero, que puso el micrófono a refugiados supervivientes en Corea del Sur. Un horror.

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