Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Capitolio

COMO toda retransmisión institucional, tuvo una realización sobria, más bien gélida, contagiada del frío guachintoniano. Le añadieron con moderación ingredientes de Hollywood, como la dirección musical John Williams, solfeo imperial. La temperatura la aportaba la muchedumbre agolpada en The Mall, ante el Capitolio disfrazado de tarta con ribetes de los colores nacionales. El realizador de la CBS se reservaba unos cuantos planos con la ondeante enseña en primer plano, proclamando su simbolismo transparente. Los planos detalle de la multitud, abrigada hasta las cejas, añadían un tono de escena cinematográfica. Por momentos parecía que aguardaban a Phil en la mañana de la marmota, pero en cuanto se inició el protocolo la masa patriótica se tornó en una actitud de religiosa veneración.

Como toda retransmisión institucional, el espectador aguarda un acontecimiento así como un espectáculo, pero al cabo de los minutos la narración visual lo convierte en un programa convencional, protocolario. Pelín tedioso, aún más a nuestra distancia de miles de kilómetros. Su esencia. Barack Obama eligió la vestimenta que más le favorecía (traje y abrigo oscuros, camisa blanca y corbata roja), sincero, con desparpajo; y su esposa materializó su frescura osada con un traje amarillo, dorado para interpretaciones supersticiosas. Bush era un secundario bobo. Su papel. En España se vio en directo la toma de posesión en los canales pares y en recovecos informativos de la TDT. Miguel Vallés, como siempre, fue la mejor opción por su sabiduría de las interioridades del Distrito de Columbia. También estuvo acertado, y arropado, Carlos María Ruiz en Canal Sur 2, aunque por La Nuestra la señal se recibía con peor calidad. Matías Prats al menos estuvo ahí en el momento clave, interrumpiendo Tal cual lo contamos.

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