PARTIDO de partidos, una barbaridad el partido de esta noche en Stamford Bridge. Los amantes de este hermoso juego llamado fútbol andamos piafantes a la espera de que se nos cuele en la salita de estar uno de los mayores espectáculos que puedan darse en el mundo mundial. Dos filosofías de juego, pero ambas al más alto nivel y con el objetivo a corto plazo de estar en la final de la Champions, que será en el Olímpico de Roma así que sea último miércoles de este mayo florido y hermoso. O sea que quiere decirse que estamos ante un acontecimiento rotundo, completo, sin una fisura, dos colosos a por un premio gordo gordísimo.

Demostró la semana pasada el Chelsea que sabe cómo parar a esa máquina perfecta de jugar al fútbol que es el Barça. Ese día le dio el campo y el balón, tendió una tupida malla delante del área propia, urdió un complejísimo sistema de ayudas y relevos para que no hubiera resquicios y hasta pudo cantar bingo si Drogba hubiese recitado su rol habitual de depredador implacable. Quiere decirse que el Barça fue menos Barça ante los de Hiddink, pero es que esta noche londinense las cosas no puede plantearlas de la misma forma el Chelsea. O sí, quién sabe si va a apostar por un duradero empate sin goles para esperar el momento de dar el zarpazo.

Si es así puede resentirse el espectáculo en aras de la efectividad que busque el Chelsea y aquí quiero yo ver al Barça, a esa perfección con botas de tacos. Ahí quiero yo ver la clarividencia de Xavi, la repentización de Iniesta o la facilidad con que desborda Messi. Servidor, además, cree al Barça lo suficientemente capaz de encontrar esos huecos que el Chelsea taponará concienzudamente. Se den las pizarras que se den, ardo en deseos de ver el pulso que librarán dos fuerzas antagónicas, dos colosos con filosofías tan distintas. Y si algo parece seguro es que el exquisito Barça y el hercúleo Chelsea no van a darle opción alguna al aburrimiento.