La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Cloacas, TV y redes

La mayoría de las cadenas televisivas son la Cloaca Máxima a cielo abierto, y las redes, la subterránea

Nunca los más pestilentes detritos que la mente humana haya producido han encontrado cauces de difusión tan potentes como la televisión y las redes. Ríanse de los detritos fisiológicos -y hasta cadáveres- que arrastraba la Cloaca Máxima de Roma, tanto en sus pestilentes tiempos a cielo abierto bajo la monarquía como cuando en la etapa republicana se cubrió hasta su desembocadura en el Tíber. La mayoría de las cadenas televisivas serían la Cloaca Máxima a cielo abierto y las redes, la subterránea. El Tíber en el que vuelcan sus detritos y miserias somos nosotros, afectando más a los más educativamente vulnerables.

Cada vez que ha nacido un moderno medio de comunicación, primero el cine, después la radio, tras ella la televisión y finalmente las redes, se le ha saludado con un repique de campanas educativas y culturales. Además del negocio que todos son desde el principio se valoró su inmenso poder como medios de divulgación para luchar contra la desigualdad educativa y cultural, llevando la información y el conocimiento allí donde no había teatros, ni salas de concierto, ni bibliotecas, ni tan siquiera escuelas. Desgraciadamente se les olvidó que sus posibilidades divulgativas y su calidad dependían del nivel educativo de su público. La oferta y la demanda, ya saben.

Unas veces mejor y otras peor el cine y la radio han podido equilibrar la tensión entre oferta y demanda. La programación de las cuatro grandes emisoras radiofónicas nacionales lo demuestra. En cuanto al cine hay un dato incontrovertible: de las consideradas diez mejores películas de la historia, ocho son producciones comerciales de Universal (Vértigo), RKO (Ciudadano Kane), Shochiku (Cuentos de Tokio), Paramount (El Padrino), N.E.F/Gaumont (La regla del juego), Fox (Amanecer), Metro (2001), Warner (Centauros del desierto) y Rizzoli (Fellini 8 ½), y solo dos dependen del mecenazgo privado (La pasión de Juana de Arco) o estatal (El hombre de la cámara).

No ha sucedido lo mismo con la televisión, cuyo descenso a la abyección no cesa, y mucho menos con las redes. La televisión solo podrá mejorar -al igual que la elección entre lo excelente y lo abyecto que las redes ofrecen- si mejora el nivel educativo medio. Porque la calidad de la oferta y de la elección depende de la calidad de la demanda. Pero no parece que las cosas vayan por ahí. Más bien lo contrario.

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