INSISTO en el atractivo que tiene la presente edición de Copa para el fútbol según Sevilla y no cabe duda de que los dos equipos embocaron la competición de forma muy distinta. Enardecido el Sevilla y contemplativo el Betis, yendo a la pelota de verdad los blancos y dubitativos los verdes para que la vuelta de esta eliminatoria inicial se vea con mucho más optimismo por los de Míchel que por los de Mel. Y la verdad es que desde la composición de las alineaciones podía deducirse diferencia en el talante de cada uno para empezar. Punto negro común fue el del gol encajado como local por el Sevilla y el no marcado por el Betis como visitante.
Arrancó la velada copera con el desencanto de que nos estallase en la cara el Betis de sus peores tardes. Plano, sin capacidad para sorprender, romo en ataque y que a causa de un grosero error de Casto cayó con todo merecimiento frente a un Valladolid que le superó en intensidad y en una mejor actitud a la hora de pelear los balones divididos. Ni siquiera con Beñat en lugar del lesionado Cañas y tampoco cuando el rival se quedó con un hombre menos, el equipo de Mel tuvo capacidad para encarrilar una eliminatoria que ahora afronta como la de hace un año con el Córdoba, con un gol en contra y ninguno como visitante que haría ver las cosas mucho más claras.
Rentabilizó magníficamente el Sevilla las lecciones teóricas de Míchel para prácticamente meterse en octavos desde la pizarra. Dos jugadas a balón parado más un penalti, según el saber y entender del inquietante Pérez Lasa, les dan al Sevilla la oportunidad de mirar a Cornellá con toda confianza. El equipo se lo tomó muy en serio, tan en serio como Míchel, que puso en escena a los mejores que tenía disponibles en la convicción de que tiempo habrá para rotaciones. Sólo una catástrofe sacaría al Sevilla del torneo del K.O. y de muy distinta manera a como afrontó la ida habrá el Betis de mirar al duelo de a finales de mes al final de la Palmera.
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