El periscopio

León Lasa

¿Decisiones racionales? Nueva Rumasa o Telefónica

QUÉ es lo que nos mueve, entre varias opciones económicas posibles, a decantarnos por una u otra? Si hemos sido capaces de ahorrar aunque para ello nos hagamos los remolones con los colegas a la hora de invitar el día de nuestro cumpleaños, ¿qué nos hace llevar esos billetes a unos activos o a otros? ¿Por qué diferentes personas, en situaciones idénticas, optan por alternativas distintas?

Uno de los principales investigadores de los aspectos aparentemente racionales de las decisiones económicas es Daniel Kahneman, el único psicólogo que puede presumir de haber ganado un premio Nobel de Economía y que desarrolló junto a Amos Tversky la teoría de las perspectivas, que viene a decir que, en la incertidumbre, optamos por tomar decisiones que se apartan de la probabilidad.

Para quienes queramos profundizar en entender cómo se comportan nuestros vecinos de despacho, el libro Choices, Values and Frames puede ser un pasatiempo recomendable. Y un ejemplo de racionalidad aparente: ¿qué elegiríamos, una ganancia segura de 300.000 euros o un 80% de probabilidad de obtener 400.000 euros?

Está demostrado que una gran mayoría elige la opción A desafiando todas las expectativas probabilísticas. Por el contrario, entre perder con seguridad 300.000 euros o tener un 80% de perder 400.000, la mayor parte de los preguntados, erróneamente, escoge la segunda alternativa.

Viene esto a cuento de dos noticias económicas que han sido portada esta semana: los problemas financieros de Nueva Rumasa (todos recordamos la agresiva campaña publicitando pagarés con un rendimiento del 10% ) y el dividendo anunciado por el presidente de la operadora Telefónica, que se sitúa para este año en 1.60 euros, y que prevé que alcance para el 2012 los 1.80 euros (la acción ronda los 18 euros: calculemos la rentabilidad exclusivamente vía dividendo. Hay que apuntar, además, que el cupón de la compañía de telecomunicaciones ha ido subiendo de manera estable y progresiva desde el año 2005, cuando apenas era de 0,5 euros). Así las cosas, y sin querer ir más de la mera decisión económica, ¿cómo es posible que tantos inversores optarán por esos pagarés de futuro más o menos incierto en lugar de comprar acciones de una compañía sólida posicionada en un sector de intenso crecimiento? Un misterio ciertamente irracional que Kahneman y Tversky tratarían de destripar en alguno de sus ingeniosos ensayos. Como dice un cercano gurú de las finanzas, antes de optar por cualquier alternativa sólo hay que preguntarse "si es gasto o es inversión". Aunque en ocasiones no sea ninguna de las dos cosas.

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