EL sur también existe. Pero en ocasiones parece que existe poco. Esta semana, por enésima vez, hemos tenido la oportunidad de comprobarlo.

Porque esta semana, por enésima vez, hemos constatado cómo el punto de vista desde el que se da la información meteorológica es el de lo que dictan las isobaras en Madrid. Puesto que el tiempo de Madrid suele identificarse más con el del norte que con el del sur, los pronósticos se identifican con lo que pasa en el norte.

Anunció a mediados de semana Albert Barniol un desplome de las temperaturas.

Mucho cuidado con el término. Desplome. Habló de nieve, e incluso de nieve en cotas bajas. Habló de un fin de semana prácticamente de paraguas y abrigo. Pero hete aquí que escribo desde Málaga, que no se si será un microclima o qué será, pero la cosa ha quedado en que hemos pasado de achicharrarnos a gozar de atardeceres a veinte grados.

La cosa no tiene más importancia. O sí. Evidentemente, algún sitio tiene que mandar. Cuando se realiza un pronóstico global, el de eso que llamamos buen o mal tiempo, algún lugar debe servir de referencia.

Pero cuántas veces resulta chocante comprobar cómo, mientras se habla de temporal, los pobres murcianos rozan los 30 grados. Y son casi dos millones. Esa es la cuestión. Que los millones de malagueños, sevillanos, gaditanos o alicantinos escuchamos día tras día que viene el frío o que las temperaturas se desploman en cuanto en Navacerrada baja el mercurio. Y a ver quién cambia eso.

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