El poliedro

José Ignacio Rufino / Economia&empleo@grupojoly.com

Elabore su receta presupuestaria

El fulgurante plan de Cospedal para La Mancha es ambicioso e implica medidas traumáticas

MARÍA Dolores es la más fuerte del Partido Popular. La puesta en escena de la visibilísima presidenta de Castilla-La Mancha (y otros cargos, veremos en dónde acaba), el pasado miércoles, ha sido deslumbrante, e incluso acongojante: envida a la grande Cospedal, y se propone reducir el gasto público ¡en un 20%! Quién nos iba a decir que la de natural austera y periférica región manchega iba a ser el objeto de todos los focos preelectorales y la madre de todos los planes de austeridad por venir (demos por hecha la victoria popular en noviembre). Entramos de lleno en los dominios de la política fiscal, la única política económica posible hoy. En cómo el aspirante a gobernar lanza sus mensajes a los ciudadanos, buscando ese equilibrio -¿equilibrismo?- que los partidos se ven forzados a encontrar entre el su sustrato ideológico y la necesidad de gustar -o no disgustar- al gran público votante. Tras advertir Cospedal de la "bancarrota" en que encontró el PP las arcas autonómicas manchegas, la combinación de variables de política presupuestaria que se recete para La Mancha es la que esencialmente se cocinará a nivel estatal de forma más compleja.

Después de ofrecer al alimón PP y PSOE sacrificios a Alemania y a los inversores financieros abriendo la caja de Pandora de la reforma constitucional (el nacionalismo parlamentario ya pide el derecho a la autodeterminación por la misma vía), el acuerdo sobre política fiscal ha quedado ahí… y en que todos defienden el mantenimiento del gasto social: faltaría más a tres meses de las elecciones y con unos 5 millones de parados oficiales. Muchas posibilidades de manejar los presupuestos públicos no hay. Reducir el gasto y/o aumentar los ingresos. Para lo primero, el recorte vía amortización de personal, reducción de salarios públicos y mutilación de inversiones en infraestructuras son de efecto inmediato. Cospedal, aparte de otras medidas más cosméticas, anuncia esta receta, y de forma drástica: si no, no sale ese 20% ni haciendo malabares. Los planes de eficiencia en la gestión pública quedan para las grandes palabras: llevan tiempo, concienciación. Y mano dura, coerción y perseverancia. Sin embargo, la cirugía exprés merma el nivel de empleo, provoca la contracción del consumo privado y público, más un paralelo aumento de los costes sociales, por coberturas de desempleo (España paga 2.500 millones de euros mensuales por este concepto), subsidios y otras ayudas. El recorte, pues, produce ahorros, pero también supone costes, y atonía económica.

Hay pocas vías para aumentar los ingresos públicos. Primera y muy silenciada, evitar las fugas de ingresos mediante formas de economía sumergida. Hoy, con la que cae, la coartada es ubicua: "Antes que Hacienda está mi familia", decimos antes de abrir el grifo y ver que, aleluya, sale agua, o antes de coger el coche para ir en autovía sin peaje a pasar el finde. El fraude fiscal y la economía sumergida -la de subsistencia y la pícara- son enormes en España, y son puro presupuesto público evaporado. Segunda, aumentar los impuestos al consumo: subir el IVA, o la gasolina, la cerveza o el tabaco. Que en su conjunto -más allá de maquillajes: la presión fiscal por este concepto- los impuestos indirectos no subieran en los próximos años sería milagroso. Si bajan, nos quitamos el cráneo, como diría el Don Latino de Luces de bohemia. Tercero, la vedette fiscal: los impuestos directos, los que gravan las rentas del trabajo y el capital de las personas y empresas. Se pagarán más multas, y más por contribuciones urbanas y por sellos de coches: a ver qué ayuntamiento los baja. Y las clases medias pagarán por IRPF como mínimo lo mismo que actualmente. En un mitin te dirán lo de "los ricos" pagando más -pero, ¿de cuándo ha pasado eso, por Dios?-; en el de enfrente, que bajarán los impuestos. Veremos. ¿Qué haría usted si su hacienda fuera la Hacienda española?

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