REAPARECE en este último día de febrero la realidad en su cara más incontestable, la dura realidad que sucede al ocio, al tiempo vacacional. Tiempo rico en este país nuestro y en el que, a pesar de los pesares, siguen proliferando los puentes, y no los que se hicieron para la Expo, sino esos laborales en que se unen viernes con martes o miércoles sin ningún tipo de sonrojo. Y hoy que vuelve la normalidad no cabe otra que recordar añorantes la explosión de vida que se daba el lunes al rebufo del vía crucis de las cofradías. Formidable eclosión la de esa noche de un lunes que contaba con el plus de ser víspera de festivo y que llenó las calles de la Sevilla eterna como si fuese noche de Cabalgata o de Semana Santa. Y qué compostura y saber estar los de la multitud que abarrotaba la Catedral, qué noche la de dicho día para reconciliarnos con las buenas maneras y comprobar cómo la bulla según Sevilla es una maravilla.