MERCADO invernal sempiternamente a debate, mayormente cuando las cosas no funcionan como se esperaba. Tanto en el Sevilla como en el Betis se especula con el aprovechamiento de enero para reforzar el plantel. Es lo habitual, aunque casi nunca resulte provechoso. Las cosas son como son y la experiencia nos dice que están en clara minoría los fichajes invernales que a la postre resultaron efectivos. En el caso opuesto nos encontramos con la adquisición del futbolista más rentable que registra la historia del Sevilla, el de ese todoterreno llamado Daniel Alves y que debutó en febrero de 2003 en Montjuich.

La inmensa mayoría de cuantos llegaron en enero tuvieron más de parcheo que de refuerzo. Los nombres son numerosos, pero tampoco es cuestión de ir desempolvando fiascos, que la depre se dispara y puede tener largas y funestas consecuencias. En el Sevilla se habla de un delantero y hasta de un centrocampista que palíe el poco caudal de fútbol que generan los actuales. Particularmente creo que el mejor fichaje para ese puesto se llama Campaña, un futbolista de proyección inconmensurable al que únicamente le falta un aporte de confianza desde el mando para convertirse en la piedra angular de ese edificio que está demandando a gritos el sevillismo.

Lo del Betis es otra cosa. No es cuestión de fichar a un hombre ni a dos, sino de hacer un equipo nuevo o de conseguir el milagro de que los futbolistas actuales recobren gran parte de la sobredosis de autoestima perdida. En el Betis actual, tanta rotación ha hecho que futbolistas normales parezcan malos y los malos, horribles. Ese tipo de futbolista ha de saltar al campo con una desmesurada confianza en sí mismo, algo que te impulsa a levantar espectacularmente el nivel y a parecer lo que parecía cuando el Betis capitaneaba la tabla a base de jugar un fútbol que hasta parecía milagroso dadas sus aptitudes. ¿Fichar en enero? Pues según sea qué y para qué.