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Carlos Colón

¿Fiesta viva o no muerta?

NO voy a tratar del altar del Corpus de la plaza de San Francisco. Sabido es el peligro que entraña la lidia de toros toreados y este desdichado altar fue, no sólo toreado, sino matado de limpia estocada por el Pasmo de Varflora, también conocido como Antonio Burgos. Quien quisiera lidiar este toro tendría que ir a buscarlo al desolladero, tan muerto lo dejó con su recuadro Una caseta para la Hiniesta. Y ni aún al desolladero: a los camiones grises del matadero que aparcaban ante la Puerta Este de mi querido y difunto mercado de la Encarnación, para que los cargadores se echaran sobre el ensangrentado costal los cuartos despiezados del toro -puro Rembrandt- para llevarlos a las altas galerías laterales en las que estaban los puestos de carnicería en los que ponía: "Hay carne de lidia".

Descanse en paz el adefesio de la plaza de San Francisco. Lo que me preocupa es si semejante cosa tendrá que ver con la obstinación por mantener la procesión del Corpus en un jueves que desde hace más de veinte años no es la festividad del Corpus Christi. Separar la fiesta de la conmemoración litúrgica puede hacerla degenerar en carnaval mariquitucio, en el peor de los casos, o tradición momificada, en el mejor. Si la Iglesia decidió trasladar la festividad litúrgica al domingo, ¿qué sentido tiene mantener la procesión el jueves? ¿Qué se perdería de celebrarse el domingo?

Verán ustedes: no es Madrugada porque salgan el Gran Poder y la Macarena, ni Viernes Santo porque lo haga el Cachorro, sino que estas tres devociones mayores de Sevilla se echan a la calle porque es Madrugada y Viernes Santo. La Iglesia no cambiará estas fechas -y con ellas las de Pascua y Pentecostés- porque son las únicas que se conocen con exactitud histórica de la vida de Cristo. Tampoco cambiará la del 25 de diciembre, cuya tradición se remonta al siglo III. Pero otras son susceptibles de cambio sin grave daño. El Corpus Christi es una de ellas. De antiguo se celebraba el jueves siguiente a la Santísima Trinidad, pero en los acuerdos entre la Iglesia y el Estado de 1989 se trasladó al domingo para liberar un calendario sobrecargado de fiestas religiosas. Unas pocas ciudades se opusieron, entre ellas Sevilla, quedando separadas procesión y festividad litúrgica.

Hacía entonces pocos años que el Corpus había renacido tras una larga decadencia. Pero, como si fuera una rama enferma tras desgajarse de su tronco litúrgico, es difícil saber si renació sana, momificada o como un zombi. Los excesos, amaneramientos y horteradas en que ha ido cayendo -no la procesión en sí, sino cuanto la antecede y la rodea- parecen indicar lo tercero.

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