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José Aguilar

Gallegas y vascas

SE está insistiendo mucho en que el Partido Popular se la juega en las elecciones gallegas del próximo día 21, y no tanto en las vascas del mismo día, en las que el pescado está vendido casi en su totalidad, con un PNV ganador pero seguramente emplazado a gobernar con el apoyo del PSOE o con el más peligroso de Bildu.

En Euskadi se da por descontado un mal resultado relativo del PP (la cuarta fuerza política de la comunidad autónoma). En Galicia el dilema es más trascendente a corto plazo para el partido en el poder: o revalida la mayoría absoluta que, por los pelos, le ha permitido controlar la Xunta en esta legislatura, o será sustituido por una coalición de socialistas, Bloque Nacionalista y eventuales diputados del grupo que encabeza IU.

No es la primera ocasión en que las políticas de ajuste acometidas por Mariano Rajoy se someten al veredicto -indirecto, porque no es eso lo que se dilucida- de las urnas. La primera vez fue en Andalucía, aunque nuestras elecciones autonómicas se celebraron, en marzo, cuando la dimensión exacta de los recortes todavía no se alcanzaba a calibrar (ni siquiera ahora ha terminado su recorrido). De hecho, los Presupuestos del Estado para 2012 fueron convenientemente demorados por el Gobierno para auxiliar a Javier Arenas. El retraso no le sirvió de mucho: lideró la lista más votada, y la más frustrada, porque la alianza PSOE-IU cerró el paso a su sueño de alternancia y terminó con su carrera política... andaluza.

Ante el reto del 21 de octubre, sin embargo, la situación económica se ha deteriorado tanto y la popularidad de Rajoy ha caído tan en picado que, con casi un año ya de perspectiva, las elecciones de Galicia van a medir en buena parte el desgaste y la credibilidad del Gobierno. Es lo que teme el actual presidente y candidato a la reelección, Alberto Núñez Feijóo -hombre de absoluta confianza de Rajoy, además-, que está tratando de centrar el debate en su propia gestión autonómica, sin derivaciones ni condicionantes nacionales, personalizando su campaña y rehuyendo los símbolos del PP, e incluso restringiendo la presencia del presidente del Gobierno. Por otra parte, también Rubalcaba pone a prueba su labor de oposición, que muchos de los suyos no se recatan en criticar, y la pone en territorio adverso, muy alejado de las comunidades amigas de Andalucía y Asturias en las cuales pasó una primera reválida el 25 de marzo.

Los contrincantes de Rajoy se enfrentan a una papeleta que también se las trae. Si Feijóo revalida la mayoría absoluta el PP puede llegar a la conclusión que, por encima del ruido y la furia, la protesta y el malestar, la gente ha asumido su mantra: los sacrificios son ingratos, pero imprescindibles. Y seguir por ese camino.

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