MALLORCA se nos viene encima con la vitola de primera de esas ocho finales que el Sevilla ha de solventar para que se cumplan los objetivos. Como mañana noche van a despedazarse en Mestalla los que ahora ocupan esos lugares que el Sevilla desea, el rodeo balear se presenta como clave para que los de Manzano sean capaces de lograr lo que anhelaban cuando esto empezó, volver a Europa por la puerta grande, por esa puerta de la Champions que sirve para matar varios pájaros de una perdigonada, el del prestigio deportivo y el de unos ingresos que sólo entran por ahí y que permiten seguir con este ritmo de vida.

Contratiempo de consideración es la ausencia de Navas y de Kanoute, ese futbolista milagro que se ha convertido en el referente del Sevilla de las grandes conquistas. Referente indiscutible del mejor Sevilla de la historia y que se hace trascendente cuando tanto se le echa de menos el día que no pasa lista. Y, como Navas, no pasó lista para la relación de viajeros que ayer volaban a Son Sant Joan. Inconveniente considerable, sobre todo cuando se tira de estadística y se comprueba lo que al Sevilla le cuesta ganar sin el concurso del gigante galo-africano. Inoportuna lesión que el Sevilla debe afrontar mediante la vieja conseja de apretar los dientes y mirar hacia adelante.

Dicen que en el bautizado como Son Moix, luego Ono Estadi y ahora Iberostar Estadio no se extenderá alfombra roja alguna para el Sevilla y que no habrá ola para Manzano, pero eso no añade dificultades. Dificultad, las bajas de Kanoute y de Jesús, pero nada de lo que pase fuera de las cuatro rayas que delimitan el campo de juego ha de influir en un equipo curtido en un puñado de lances más complicados que éste. Ganar cuando casi sea ya Domingo de Pasión es cuestión de obligado cumplimiento y a esperar que mañana en Mestalla se hagan trizas Valencia y Villarreal. De esta forma, reaparecer en Champions no tendría nada de utópico para el Sevilla.