MAGNÍFICO domingo para los nuestros, con fiesta enorme a mediodía de los de la novena provincia en torno al Betis y remate airoso por la noche en Nervión para un Sevilla que noqueaba por la vía rápida a su rival más directo. Domingo de Resurrección por todo lo alto que arrancaba bajo el sol rutilante de Barcelona con la presencia de esa infantería que jamás deja solo al Betis cuando el Betis atraviesa el Ebro. Golpe de autoridad que deja el ascenso más a tiro y que parece cosa hecha viendo, sobre todo, las ganas de agradar de ese Celta que ya ni siquiera clama contra los posibles favores al rival.

Estuvo el Betis en peligro durante diez minutos para venirse arriba y jugar bien siempre y muy bien a veces. Y se iba a demostrar algo que ya sucedió en el magnífico enero y que la mayoría pasa por alto, que sin Emana la orquesta toca más sincronizadamente. Quizá adolezca de la ausencia de los zarpazos del camerunés, pero que el bloque es más compacto ya se demostraba aquel mediodía de Reyes Magos en Getafe o en la eliminatoria con el Barça. Antier, frente a ese filial azulgrana que aspiraba a campeón y que laminaba a cuantos se le ponían por delante, el equipo de Pepe Mel hizo que la fecha del ascenso real pueda adelantarse de forma espectacular.

Y ya por la noche, con el regusto de dos verónicas y media de Morante, el Sevilla apareció como ciclón que parecía que iba a arrasar al Villarreal por la vía rápida. Luego se complicaron un tanto las cosas para que Manzano acertase en un relevo que devolvería las aguas a su cauce. Lástima que tan bello partido ante el rival que se ha erigido en el objetivo a seguir fuese embadurnado con el protagonismo soez de unos personajes secundarios del espectáculo. Antes, cuando sólo había un balón no ocurrían estas cosas. Se quejaba Del Nido, pero la pregunta es ¿de dónde salen tantos balones? Nefasta moda que no debe prosperar. Gran domingo, sin embargo...