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APROVECHANDO que el Pisuerga no pasa por Moscú, y que acabamos de conmemorar el Día de Andalucía, sería bueno recordar a tanto político nacionalista catalán que ataca a esta tierra sin venir a cuento un par de datos televisivos para que constaten, de primera mano, que ni aquí somos unos subdesarrollados ni ellos son el paradigma de la modernidad. Su fantástica y maravillosa autonómica TV3 tiene un coste de 109 euros por hogar mientras que la factura por Canal Sur nos sale por 51 euros/hogar, es decir, un ahorro comparativo de más de la mitad.

La Generalitat de Cataluña, apenas dos años antes de aterrizar esta durísima crisis económica, asumió los 1.050 millones de euros de deuda que arrastraba su excelsa radiotelevisión, esa que despacha una oferta de media docena de canales -algunos de ellos con una audiencia que cabe en un taxi-, tiene en nómina a casi 3.000 trabajadores, cuesta al contribuyente 300 millones de euros anuales, dispone de financiación vía publicidad y, para colmo, cierra el ejercicio con unas pérdidas que rondan los 10 millones y cuya deuda camina rumbo a los 30 millones. Ya ve, una tele pública de calidad a cambio de empeñar un riñón y las joyas de la abuela en el Monte de Piedad. Comparada con TV3, Canal Sur hasta parece un oasis televisivo.

La RTVA tiene por delante tres semanas preciosas para intentar demostrar que sus informativos diarios no son una correa de transmisión del gobierno de turno, ese mismo que preside Griñán y cuyo partido cogió la vez hace 30 años, cuando Canal Sur no era ni un cigoto y el palo de una escoba ejercía las funciones del mando a distancia. En apenas 20 días, también es verdad, no se pueden borrar de la memoria todos los estropicios protagonizados durante décadas. Gane quien gane en las elecciones autonómicas del 25-M la RTVA habrá de reinventarse para sobrevivir en medio de esta crisis, que es también una crisis aguda del sector televisivo. Hay que recomponer la nave para no terminar como el Costa Concordia: un lujo asiático que sólo sirve para el desguace. La radiotelevisión andaluza deberá afrontar guste o disguste -como hizo RTVE en 2007- la revisión de plantilla, retocar sueldos de su cúpula y los posibles contratos disparatados que aún puedan existir con productoras o valorar, aunque duela, la continuidad de algunas de sus ofertas en radio y televisión. También aplicar un tuneado a los informativos para que dejen de mirar de reojo al programa electoral del partido en el poder.

La RTVA es menos imprescindible ahora que cuando nació hace 23 años pero sigue siendo necesaria, aunque no a cualquier precio y menos aún con los sindicatos cerca del puente de mando. Aún dispone de tiempo para esquivar el iceberg que puede arrastrarla al fondo.

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