JORNADA infausta para el fútbol según Sevilla y especialmente inesperada para la tropa nervionense. Todo empezó en el día de la sobredosis que genera el clásico con una pelea desigual en el Calderón. Un especie de batalla de hombres contra niños en la que se vio con claridad que el discurso racial de Juan Merino ya no surte efecto. Se vio en Bilbao y se corroboró ante la fanatizada partida del Cholo, que arrasó al Betis después de media hora digna.

Tras el magnífico gol de Torres, el Betis bajó los brazos, algo en lo que cae periódicamente, y Merino lo denunció a la terminación del pseudopleito. Tras su rajada en la sala de prensa del Calderón quiero ver a Juan en un día después que puede pasarle factura como no dé ejemplo en el vestuario. La toma de decisiones será clave para el futuro a plazo inmediato, pero ni siquiera eso garantizará el rendimiento de un estamento, los futbolistas, que suele jugar de ventaja.

Vive el Betis todavía del colchón, pero los colchones no son eternos y hay que tener en cuenta que el tramo final de cada Liga suele deparar sorpresas muy sorprendentes. Sobre todo si recordamos que este Betis con tanta vocación suicida hubo veces en que perdió la categoría tras ocupar puesto de descenso sólo el último día. Y en plena cuenta atrás hacia el drama del sábado a las diez, vamos a ver cómo se metaboliza en el vestuario la rajada del jefe de la cosa.

Un día después se quebraba la racha triunfal del Sevilla como anfitrión. Laminado por la Real Sociedad en una primera parte modélica, el Sevilla no supo rentabilizar una segunda en la que sacó a relucir eso de que nunca se rinde y ni siquiera en superioridad numérica pudo con Xabi Prieto y la compaña. La jornada trigésima primera no pudo ser peor para el fútbol según Sevilla, pues uno le dice adiós a la cuarta plaza y el otro vio cómo se agotaba otro discurso, uno más