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La tribuna

Rafael Rodriguez Prieto

Jubilación con traje de pino

DICEN que jubilación viene de júbilo. A mi abuelo no le sentó muy bien cambiar sus boyas y faros por las bolsas del supermercado. En sus últimos años se presentaba como corredor de bolsa. Eran otros tiempos.

Parece que nuestro Gobierno ha ido a Davos -templo de la fe capitalista- dispuesto a demostrar que puede ser tan de derechas o más que cualquiera. Un simple vistazo a la trayectoria de este Gobierno demuestra que una cosa es criticar a la iglesia católica o usar la rosa o el puño, al estilo de la última colección de Zara, para el Telediario de las nueve, y otra distinta son sus políticas reales. Este es el Gobierno de la privatización de Aena, de la supresión del impuesto del patrimonio o de la subida de los impuestos indirectos. Un ejecutivo permisivo con las incómodas obligaciones tributarias de los ricos y con el que la concentración de riqueza ha crecido, mientras que las diferencias entre clases se han acrecentado. El problema es que los platos rotos de esta puesta de largo internacional los van a pagar los que en los próximos años sean perceptores de una pensión.

El mismo Gobierno que ha permitido prejubilaciones a edades insultantes para el sentido común quiere ahora que los trabajadores se jubilen con el traje de pino. No cabe duda que el ahorro en pensiones es incuestionable. ¿No habría que tener en cuenta el tipo de trabajo desempeñado? Por si esto fuera poco, nuestro Gobierno socioderechista pretende ampliar el número de años cotizados para calcular la pensión, lo que disminuirá su cuantía final. Perseverando en la tradición de fustigar sin compasión a los autónomos, el Gobierno pretende obstaculizarles más aún el cobro de una pensión digna. Otro capítulo interesante es el de las viudas y huérfanos. A estos colectivos se les endurecen las condiciones para percibir una pensión.

Algunos han hablado de volantazo o de cambio. Me parece un análisis escasamente fundamentado. Es una decisión plenamente coherente con el zapaterismo vigente, basado en la caridad (cuatrocientos euros, libros de texto gratis, etc.), pero no en la justicia y en una organización y planificación coherente de la redistribución de los recursos del Estado. Seamos serios: el populismo es cosa de Evita o Chávez, pero no de gobiernos de izquierda.

Uno de los problemas es que hay que pagar demasiadas dádivas, asesores, contratados a dedo y el mantenimiento de los regímenes radicalmente clientelares en que se están convirtiendo nuestras sagradas autonomías. Las subvenciones para que los amigos estén contentos, el abuso de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo, gracias a los cuales grandes empresas se están ahorrando millones que paga el contribuyente o los ordenadores portátiles, mientras los techos de las escuelas se preñan de goteras, son sólo algunos ejemplos.

El presidente de los socioderechistas dice a su dócil auditorio que este plan comporta "esfuerzos y algunos sacrificios". Me pregunto ¿a quién le va a tocar sacrificarse? ¿Pero quién ha gobernado en España en los últimos años? Este tipo de diatribas solemnes me recuerdan a la parábola de hijo pródigo, pero con una lectura socioderechista o pijo-progre, como prefieran. En ese relato bíblico un padre daba a dos hijos la misma porción de bienes y dinero. Mientras uno usaba la donación del progenitor para labrarse un futuro próspero, el otro derrochaba los bienes y quedaba en la indigencia. Al final el padre acepta al arrepentido hijo pródigo y lo vuelve a acoger en su seno. En una lectura pijo-progre el padre debía ser demandado por el hijo, encerrado en la cárcel y sus bienes pasar directamente al arruinado.

Alguna responsabilidad tendrá en todo esto el señor que lleva casi seis años de gobierno y que ahora reivindica el esfuerzo y el sacrificio de los de siempre, cuando ni siquiera es capaz de reclamarlo a los alumnos de la ESO o a sus amiguitos de la patronal.

El siguiente paso, amenaza, será una reforma laboral en uno de los países con salarios más bajos de la UE y manifiesta inestabilidad en el trabajo. ¿Pero qué me dicen de una reforma patronal? ¿Cómo vamos a prosperar con algún que otro gran empresario que recomendó a sus clientes que no compraran billetes de avión de su propia compañía, una vez que ya lo habían hecho? Curioso.

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