CURIOSAMENTE, la fecha de las elecciones para la presidencia del Fútbol Club Barcelona se ha fijado para la otrora muy emblemática del 18 de julio. Y más curiosamente aún, el favorito para acceder al más alto sillón azulgrana es un ciudadano que pregona todo lo contrario que significó esa fecha. Ha anunciado Joan -pronúnciese Jan, por favor- Laporta que si gana proliferarán esas esteladas que simbolizan la secesión catalana.

Laporta es el favorito indiscutible para hacerse con la presidencia de Can Barça, eso es indudable. Tiene carisma y también conocimiento además de contar con el apoyo del mayor icono que tuvo el barcelonismo después de Kubala, Johan Cruyff. Laporta lograría un Barça aún mejor, pero en su debe está la cantidad de barcelonistas que al sur del Ebro no soportan el independentismo de ninguna parte del país, pero es que también en Cataluña abundan los que tampoco quieren eso.

Laporta es también vocacionalmente provocador y basta que la UEFA haya abierto una investigación a cuenta de las esteladas que se enarbolaron al aire de Berlín para que se comporte como si ya hubiese ganado en las urnas. Laporta lo tiene todo para ser un gran presidente, algo que predecesores y sucesores se han encargado de multiplicar. Sabe y maneja las vacas sagradas del barcelonismo, pero a la situación no le conviene un pulso independentista desde el altavoz del fútbol.

Y se da, para compensar aun de forma casi surrealista, que Cruyff detesta a los secesionistas, pues no hace mucho dijo que los que pretenden la independencia no saben lo que dicen, descalificó a los que pitaron al himno en la final de Copa y, además, continúa usando el idioma español en público. Todos estos detalles jugarían en contra de cualquiera que no fuese Cruyff y arrastraría con toda seguridad a Laporta a la derrota, pero allí se juega tan bien a dos, o más, bandas...