Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Lérida existe

MOMENTO de Homo zapping, con el bobito de Jorge Fernández, hace una semana en La ruleta de la suerte. El concursante dice: "ele, de Lérida". Y el presentador le corrige, "ele, de Lleida" (en tal caso habría sido, "elle de Lleida". La cosa se retuerce). ¿Le corrigió por oficialismo, por catalanismo o por temor a qué? El concursante no dijo ninguna barbaridad para enmedarle la palabra. Dijo "Lérida", que durante siglos ha sido un topónimo que ha figurado en todos los mapas. Lérida existe. Si las autoridades catalanas se empeñan en que el nombre de la ciudad es "Lleida", entre castellanoparlantes nos entendemos perfectamente cuando hablamos de "Lérida", que figura en todos los atlas extranjeros. Al rechazar ese término se quiere escamotear una normalidad histórica para millones de ciudadanos. Pero al anular los nombres castellanos se fomenta no una normalización del catalán sino una anulación de "lo español".

Comenzamos con suprimir "Lérida", continuamos con la desaparición de los rótulos en castellano, proseguimos con la abolición de las corridas de toros en Barcelona y ya sabrán los políticos catalanistas cuáles serán los siguientes pasos para que los habitantes de Cataluña se sigan sintiendo más alejados del resto de su país, España. Para eso inventaron el Estatut. A los Carods, a los tristes advenedizos como Montilla y a los amargados como Mas les va la exclusión, la separación. Huyen de la integración, de la normalidad. Lo intentaron a través de la tele, pero menos de una quinta parte de los espectadores catalanes siguen los programas en catalán. Pese al presupuesto que endosan a la TVC, a la Generalitat le sale mal la jugada por ahí. Cada uno hace en su casa lo que le da la gana. Los catalanes, como los andaluces, no tienen la culpa de sufrir unos políticos nefastos.

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