QUIEN temiese que, mediante una entrevista, Lopera iba a cortocircuitar el 15-J es que no conoce al personaje. Quien abrigase la posibilidad de que volviese a ilusionar al bético es que no tiene ni zorra idea de los adentros de un hombre esclerotizado, que permanece anclado en sus recuerdos y que está agarrado a su juguete como un niño. El Betis es lo único que tiene y sigue en la obstinación de que le pertenece en su totalidad y que existe por él y, lo más glorioso de cuanto dijo, que si no hubiese sido por él no habría 15-J porque el Betis no existiría; o sea, lo mismo que repite monocordemente desde el infausto 92.

Fue listo en su juventud, pues nació tieso y, probablemente, seguirá siendo rico el día que lo lleven al jardín, pero de aquel personaje queda muy poca cosa. Definitivamente, a fuer de rodearse de aduladores, todos interesados, Lopera ha perdido el oremus y se repite una y otra vez, un año y otro, con el mismo mensaje ventajista y ayuno de credibilidad. No creo que lo pretendiese, pero con esa entrevista ha conseguido que el 15-J sea ya una cita de consenso a la que únicamente serán ajenos sus paniaguados. Ni el publicista más brillante hubiese logrado un efecto propagandístico más eficaz para el 15-J que Lopera con su entrevista en su radio.

Lamentablemente, el perdedor en esta historia es el todavía Real Betis Balompié, pues hubiese sido impensable un club tan maltratado por el que dice ser su dueño. Qué de tonterías dijo, qué de mentiras, qué manera de culpar a todos de lo malo para atribuirse a sí mismo lo bueno. Traje al entrenador que queríais, dice, qué culpa tengo de fallar un penalti, afirma, mientras abunda en el manido lo llevé a dos finales y a la Champions. Qué tío más jartible este falso mesías, qué manera de no tener culpa de nada. Lo dicho, ni el mejor publicista habría propagado mejor la conveniencia de acudir al 15-J que Lopera con su entrevista de cámara.