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Mantecado de difuntos

Ya conocemos cómo será la iluminación navideña en Sevilla para risa de Vigo o de Badalona

Ya por septiembre, en pleno calor tardío, hay quien cumple con el rito y nos manda un WhatsApp convertido en tradicional. “¿Qué vas a hacer en Fin de Año?”. La broma dejó de ser una excentricidad hilarante y se ha convertido en prueba científica de la caducidad que somos. El tiempo discurre en aparente silencio, como dando capas de certeza a la incertidumbre que llevará a la nada indescifrable. Cada cual pone su remedio. Nada que ver con profundas ontologías o con el atisbo de la otra vida a la que apunta la fascinante física cuántica. Hay remedios mucho más caseros. Siempre me gustó tener a la vista un simple almanaque, como si ver la ordenada alineación de los días me ofreciera cierta seguridad de que uno domina el paso del tiempo y puede descifrar su arcano. “Las incertidumbres son también un modo de sabiduría”, dice Luis Landero, el autor que inauguró la presente Feria del Libro.

Hoy es el Día de Todos los Santos y mañana el Día de los Fieles Difuntos (con los años aprendemos que los muertos son los vivos y los vivos los muertos). Se suelen confundir estas dos fúnebres recordaciones en el calendario litúrgico de los creyentes. La primera recuerda las almas santificadas en la iglesia triunfante tal y como las pintara Fra Angélico. La segunda llama a los sufragios por las otras almas de la iglesia purgante. Hace ya muchos años que Halloween marca el paso apócrifo del tiempo cuando llegan los frutos de noviembre. Setas, castañas y calabazas de importación. Dice el alcalde Sanz que se trata de la noche más peligrosa del año. Las fiestas de zombis en garitos y locales ofrecen poca seguridad. Psicópatas de la vida real pueden disfrazarse de graciosos asesinos para poder trepanar cadáveres con todo contento como el último descuartizador de Estepa.

El hilo de los días une ahora la noche más peligrosa del año con la más entrañable quedada nocturna: la Nochebuena. Y así discurrirá el hálito final de este concurso temporal sin mayor historia al que llamamos 2023. No transitamos aún ni siquiera por entre el tiempo preñado del Adviento y la Navidad y ya nos causa como un cansancio amargo. La Feria del Belén ya está instalada antes que nunca. En los restaurantes hay reservas para las comidas navideñas desde el Pilar. Los supermercados exponen sus mantecados desde que recibimos el ritual WhatsApp en septiembre. Ya conocemos cómo será la iluminación navideña en Sevilla para risa de Vigo o de Badalona. Y el alcalde ha prometido reponer en el Muelle de la Sal el mapping de la era Zoido cuya herencia padecimos los fieles difuntos de aquella era infausta. Hay que joderse, primo.

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