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COSAS veredes, Sancho, que harán temblar las paredes", decía Don Quijote a su básico escudero. Hace unos días dimos cuenta en estas páginas de cómo envainó la espada la publicación semanal liberal por antonomasia. Francia, según testimoniaba el artículo, se bandeaba mejor en la crisis que los estandartes del laissez faire económico; Estados Unidos y, sobre todo, Gran Bretaña. La revista sin firmas reconocía lo que nunca antes había reconocido: en momentos de turbación funciona mejor el Estado que el no-Estado. (Casi simultáneamente los datos de desplome del PIB francés -el mayor de su historia reciente- enfriaban la alabanza que, a decir verdad, The Economist rebajaba al afirmar algo así como: "ya veremos cuando lo peor pase, entonces volverán a ser un monstruo lento, pesado y poco competitivo". Genio y figura.)

Una semana después, nos encontramos con que otro oráculo liberal, el New York Times, publica un reportaje que, sencillamente, sería periodismo-ficción hace sólo dos añitos. El diario de la familia Sulzberger reportajea nada menos que al núcleo duro de la praxis comunista en nuestro país, la Marinaleda de Sánchez Gordillo. Un alcalde que da mítines semanales por la televisión local, ataviado con pañuelo palestino y bajo la "querida presencia" -que cantaba Carlos Puebla- del comandante Che Guevara, en forma de retrato presidencial. Un alcalde que recibe un aluvión masivo de votos cada cuatro años, y que garantiza vivienda sin hipoteca y pleno empleo vía economía cooperativa. Un demonio revolucionario que afirma para el NYT lo mismo que decía The Economist, aunque con otras palabras: "Antes era un pecado mortal hablar de que el Gobierno jugaba un papel en la economía. Ahora vemos que tenemos que poner a la economía al servicio del hombre". Eso lo firmaría Benjamín Franklin. Y cada vez más gente. El periódico neoyorquino, sin embargo, da la de arena: "Los críticos de Gordillo dicen que lo que ha repartido el alcalde vitalicio es miseria más que crear riqueza. Con el fomento de una agricultura de baja productividad ha generado un voto y una fuerza de trabajo cautivos". La expropiación de las tierras del Duque del Infantado, la necesidad de parar la avalancha de peticiones de casas por parte de habitantes de pueblos cercanos, como Écija, o el dinero que Marinaleda cuesta a la Junta también son señalados como pasivos de este oasis comunista… Oasis en tiempos de empobrecimiento. Pero el tono general del sorprendente artículo es descaradamente laudatorio hacia el "caso Marinaleda". Da que pensar.

Obama practica lo que un american republican calificaría de comunismo: nacionalizar la banca de facto, inyectar dinero público en los sectores en crisis, exigiendo propiedad pública a cambio, aunque sea transitoriamente. Un rojazo. La izquierda clásica -no la nominal- no era el coco; era lógica. El coco era un lobo, un lobo que podía ser tal para los demás en forma de tiburón o intermediario financiero sin escrúpulos. Tutelar la necesaria ambición privada por prosperar es simplemente necesario, y a las pruebas nos remitimos. ¿Lo olvidaremos en nuevo subidón del ciclo, que esperamos llegue a producirse?

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