Marisa Jara es, sin duda, espectacular. Con sus seductores labios, su caída de pestañas, sus femeninas formas estoy convencido de que muy pocos son los que pueden resistirse a su poderío. Y, conforme más la conozco, más me ratifico en esa idea aunque, claro está, una mujer tan mujer, necesita un hombre muy hombre como compañero. Dicha expresión tal vez les parezca extremadamente machista pero lo cierto es que sólo pretendo marcar el acento sobre la masculinidad de chicos como Vicente Escribano, novio de la modelo y, por lo que he llegado a conocer, más mexicano que el mismísimo Pancho Villa.

En realidad, en el amor se trata de encontrar el equilibrio y, en este caso, me da la sensación de que, los integrantes de esta pareja, están en el camino de conseguirlo. Fuego con fuego, dan como resultado una hoguera aún mayor y, si la sevillana es una hembra de carácter, su macho -como suele decirse en su país- no se queda atrás.

Así, hace una semana durante una fiesta, él me contaba sus negocios de representación artística y cómo en España resulta tan fatigoso convencer al público a que pague los conciertos de los cantantes. Mientras, según he podido saber, se ha hecho cargo de la carrera de su futura esposa a quien, en cuanto contraiga matrimonio, piensa llevarse de viaje a la tierra del Tequila y las rancheras. "Pero, ¿te quedarás allí con ella?", le pregunté intrigado por sus intenciones. "Por temporadas, seguro", me respondió Chente para tristeza mía.

Vestida por Rosa Clará, la Jara celebrará su enlace el 19 de septiembre en las playas de Ibiza pero, antes, queda la pedida y las despedidas de solteros. ¿Nos enteraremos los de la prensa? Lo mismo preparan unos previos tan secretos, tan secretos que tienen lugar el día más inesperado aunque hasta aquí, como Mayra Gómez Kemp en Un, dos, tres, podemos leer. ¡Campana -de boda- y se acabó!