Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Mayra

BIGOTE Arrocet, la Botilde, las hermanas Hurtado, Jordi Estadella, Pepe Itárburi, Beatriz Carvajal y su incorrecta prostituta tartajosa, la Ruperta, el puro de Chicho, los shorts blancos, Victoria Abril y su calculadora, "¿por qué sera'?", que diría La Bombi, "por fin ya somos europeos", clamaba Ozores, mucho antes de que Europa nos cortara el cuello, Arévalo y sus gangosos, el dúo Sacapuntas, "veintidó, veintidó", Raúl Sender, Kiko Ledgard, el peruano que lucía varios relojes y calcetines de colores distintos. A los que no lo conocieron, hay que trastear por rtve.es para encontrar a Kiko y toparse con la empatía que generaba este embaucador. Durante decenios no hubo nadie como él en el televisor español.

Todo lo que evoca el Un, dos,tres jala una sonrisa a la cara, con un poquito de vergüenza por reconocer lo que nos gustó (e incluso maravillaba) en tiempos de pretérito indefinido. Y de todos esos nombres y recuerdos, por aquella amabilidad de madrina perfecta, sobresale la sonrisa incisiva de Mayra Gómez Kemp. Cuando ella bajaba la escalera, España entera, con sus cenas de tortilla francesa, se levantaba de la mesa para arremolinarse al cascabel televisado que anunciaba los fines de semana, de unos días que lo más emocionante que aguardaba podía ser un domingo paellero-campestre y, por supuesto antes, el viernes, ese Un, dos, tres, con sus chistes de piticlín y su muslamen jabuguero. El nombre de Mayra está incrustado en nuestra nostalgia colectiva y nos pellizca la memoria.

Como cuñada adoptiva que es, las familias de los 80 le desean lo mejor. Mayra, que se mosquea con los de Sálvame tras aparecer en La noria, tendrá que volver a pelearse contra el cáncer. Ojalá en esta subasta le salga un premio de los buenos, de buenas vibraciones. La vida de todos era más feliz cuando Mayra reía.

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