TIEMPO El último fin de semana de abril llega a Sevilla con lluvia

DERBI Horario y dónde ver el Betis-Sevilla

ESTAMOS en la recta final. Se parece sospechosamente al itinerario del principio. Quizás porque, en el fondo, no hemos salido de la misma espiral en todo este tiempo. El mal necesario de la campaña electoral va tocando a su fin, los candidatos reiteran sus argumentos -los mismos del comienzo, de donde se deduce que no hay dialéctica, sino soliloquios cruzados- y los electores piensan qué hacer con los sobres de propaganda que los partidos les han mandado al buzón de casa. Hay de todo: uno rosa, otro verde, otro que anima a un cambio difuso y un último que dice simplemente: "Rebélate". Lo que no dice es frente a quien: si ante la totalidad del universo (una rebelión cósmica, por tanto) o frente a algo más pedestre. Debe ser para que cada uno elija su propio contrario, supongo.

Como aquí todo va siguiendo el sendero marcado en cientos de ocasiones anteriores, en la fase final de la pelea electoral antes o después toca el capítulo nacionalista. En el caso de unas autonómicas, la cosa viene a consistir en una reivindicación (innecesaria) del hecho (involuntario, por lo general) de ser o considerarse andaluz. Unos apelan al orgullo de tal condición (los andalucistas, que tienen todo su mensaje construido a partir de esta contingencia vital) mientras otros agitan el clásico recurso del enemigo exterior. En esto están ya los socialistas, que dicen que el Gobierno (el PP, en realidad) mira a Andalucía como territorio enemigo porque hasta ahora no ha votado (lo suficiente) a los candidatos del partido reformista. Valderas, el cabeza de lista de IU, animó ayer a los ciudadanos a "levantarse" y "coger el voto del orgullo de ser andaluz". Sintaxis aparte, y obviando el guiño a Blas Infante, demuestra que los partidos creen que la apelación a las raíces es, a falta de mejor razón, un recurso útil. El PP lo hace de otra forma: "Los andaluces no pueden quedarse atrás", dijo esta semana Cospedal, la generala secretaria del PP. Lo que implica que si usted vota a cualquiera que no sea Arenas en realidad no es que usted sea un elector libre y con cierto criterio (opuesto al PP), sino alguien que, como en el colegio, quiere repetir curso. Un peligro público. Es una forma bastante singular de apelar al libre juicio del votante, que no deja de oír historias (para no dormir) sobre drogas e intrusos en la Junta. Faltan días. Horas. Pero no se preocupen: pase lo que pase el domingo, seguiremos siendo andaluces. Hasta la muerte no podemos ponerle a la cosa remedio.

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