Puestos a dejarse llevar por el espíritu navideño, es difícil que nos encontremos algo comparable con lo visto en Los conciertos de la 2 del sábado. Quienes asistieran a esa madrugadora sesión quedarían tan sorprendidos como yo. Seguro. Las dimensiones del coro del Tabernáculo Mormón, la orquesta, el ballet y el auditorio que arropaban a los seis miembros masculinos del grupo The King´s Singers fueron apabullantes.

Visto eso, desde luego que ya no queda nada por ver. Si la Navidad es un sueño de colores, una ilusión, un villancico, un sonido de campanillas, unos instantes para evocar la infancia, un pellizco de nostalgia, una ración de cuentos infantiles, lucecitas, muchas lucecitas, una estampa idílica e impoluta, una postal y un árbol y buenos deseos, todo eso estaba muy bien reflejado, y en dosis monumentales, en este concierto de la desmesura que se pudo ver mientras amanecía el día más corto del calendario. No creo que lo puedan ver en la televisión a la carta. Al ser producción ajena nuestra tele no tendrá los derechos para colgarlo. En cualquiera caso, sólo en pantalla panorámica y sonido estéreo podía apreciarse en toda su magnitud. Palabra de crítico melómano.

Por si los bailarines de la Universidad de Utah, tantos violinistas impecables, los cientos de cantantes del coro embutidos en sonrisa Profidén, pudiesen resultarnos muy lejanos, también tuvimos en sesión de medianoche a Plácido Domingo. El tenor estuvo rodeado del artisteo patrio para rendir homenaje a la copla. Interpretaron las canciones más populares del género nacional. Lo mejor de la velada, Martirio. Y eso sí que lo pueden ver ustedes en el servicio de televisión a la carta.

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