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UNOS tanto y otros tan poco. Los premios Goya acaparando titulares prácticamente desde el inicio del año, mientras los Premios Max, los de las artes escénicas, apenas se hacen un hueco llegado el día de su celebración. Por descontado que el teatro va bien. Llenando y ofreciendo espectáculos de primera. Los que no llevan el ritmo acompasado son los medios. El ruido mediático ha terminado apropiándose de la realidad. Gusta el ruido. Pero interesan muy poco las nueces. Cómo van a interesar, haya muchas o pocas, y doy fe apuntalando la teoría de Álex de la Iglesia de que las hay, cuando a los mediadores, o a sus jefes, o a los jefes de sus jefes, parecen importarles un carajo. A la almendra, y seguimos con el símil de los frutos secos, pocas veces se llega.

Duele mucho Pa negre. Más todavía que las nada inocentes Tras el cristal y El mar. El hecho de que un ser raro, inclasificable, un alma libre como Villaronga, pase a ser reconocido, siempre es una buena noticia. Si los premios al menos sirviesen para debatir acerca de estas cuestiones, bien empleados estarían. Pero dudo que una vez celebrado el ruido, se pase a desgustar las nueces.

Los próximos Premios Max se celebrarán el 9 de mayo en el Gran Teatro de Córdoba. Lo lógico sería que tuviesen lugar el lunes más próximo al 27 de marzo, Día del Teatro. La gala del pasado año dio bastante pena. Refugiados en el salón de actos del Museo Reina Sofía, los celebrantes parecían asistir a lo más parecido a una velada clandestina. Sol Picó, una de las premiadas, se atrevió a decirlo en el atril. Había que cambiar. Había que salir de las catacumbas. Hace tiempo que los Premios Goya lo hicieron, que tienen su noche de gloria. Aunque uno no sabe si detrás del ruido se saben y quieren apreciar las nueces.

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