Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Obama, blanco de ataque

OBAMA despega en las encuestas y suena la alarma allí donde se ve su triunfo como una expresión del final del imperio. Menos mal que Nostradamus no predijo un presidente negro como antesala del Apocalipsis… Para bastantes norteamericanos, en un momento crítico donde los haya, no se dirimen tanto las soluciones de los partidos que han conformado históricamente el sistema político como que el sistema pueda ser gobernado por un negro. Ponen en entredicho la preparación de Obama, algo que no hicieron con George W. Bush, gran actor, por acción y omisión, del globalcrack y de la pérdida de prestigio internacional de su país.

La retórica integradora del campeón de la democracia choca con una realidad social descrita por la hegemonía del blanco. En los sectores ultramontanos, cuyas debilidades ideológicas han sido compensadas, con frecuencia, por la filosofía del rifle, no se duda en relacionar a Obama con el eje del mal, lo que revela la facilidad con la que dibujan dianas quienes tienen el dedo en el gatillo. McCain ha llegado a exteriorizar su distancia con el senador demócrata refiriéndose a Obama como a "ése", que evoca el "¡eh, tú!" de los colonos sureños.

La crisis del sistema -"el tinglado se desinfla, sigan soplando", sentencia El Roto- puede ser un revulsivo para las conciencias adormecidas por la desinformación que ha venido situando todos los males del mundo fuera de Estados Unidos. No hay comunistas, ni guerra fría, ni conjuras que, más allá de la diplomacia, requieran el auxilio de los aspirantes a McCarthy graduados por la administración Bush. En plena tempestad, parece que es la piel de Obama la que ha acentuado la polarización.

Hace meses, mientras Barack y Hillary competían en la carrera demócrata, de San Francisco a Nueva York circuló un chiste tan rancio como revelador. Un republicano le pregunta a dios si una mujer podría llegar a presidenta. "Hijo mío -le contesta-, eso es probable, pero tú no lo verás…". "¿Y un negro, Señor…?", indaga de nuevo. Tajante, dios le responde: "¡Hijo mío, eso no lo veremos ni tú ni yo!".

Cuando escapa a la razón construir el futuro al margen de la demografía, y la filosofía del rifle y el virtual-capitalismo están en regresión, cuestionar que un ciudadano de raza negra pueda entrar en la Casa Blanca añade un punto patético a la crisis norteamericana. No obstante, las elecciones de noviembre tienen una importancia extraordinaria fuera de Estados Unidos, donde vive el 95 por ciento de la población mundial. Para los pueblos de la Tierra, con derecho a identidad e historia, la opción de Obama es aparentemente menos refractaria al rescate cultural de la diversidad y al consenso necesario para la sostenibilidad del planeta.

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