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Oxígeno para Alfredo

Los fondos anticrisis del Estado y la Junta de Andalucía permitirán al gobierno local reactivar su programa de inversiones para la ciudad, cuya viabilidad era bastante cuestionable hace apenas unas pocas semanas

NO ES que la situación sea exactamente como se cuenta en la fábula bíblica del maná milagroso, cuando Dios alimentó a los hebreos con una melaza de plantas en forma de escarcha, pero casi. Los 142 millones de euros que, en su conjunto, recibirá Sevilla en los próximos meses gracias a los programas extraordinarios anticrisis impulsados por el Gobierno central y la Junta de Andalucía supondrán un auténtico balón de oxígeno para un gobierno local (PSOE e IU) cuya capacidad de iniciativa estaba bastante mermada. Por no decir reducida al mínimo. En un caso, por los excesos -presupuestarios- hechos justo en los dos años previos a las últimas elecciones locales. En otros, en cambio, por el agotamiento derivado de llevar más de un lustro de gobierno conjunto. Una década, si se cuenta a partir de la llegada oficial de Monteseirín a la Alcaldía, aunque -entonces- gracias a los votos del PA.

En el año largo que dura la segunda fase de cohabitación entre socialistas e IU en Plaza Nueva, y pese a las promesas iniciales, plasmadas incluso en un documento conjunto de gobierno, su capacidad de gestión no ha sido precisamente notable. El ejecutivo que preside Monteseirín, bien avenido en lo aparente, ha centrado su agenda de prioridades en temas bastante tangenciales, se ha ocupado de conflictos de estricto consumo interno (orgánicos) o se ha dedicado únicamente a cuestiones aparentes, olvidando las sustanciales. Frente a las vísperas de los últimos comicios, cuando era evidente el alud de proyectos en marcha -otra cosa es su calidad de ejecución y su correcto remate técnico-, en esta nueva etapa los ediles que dirige el alcalde han perdido cierto sentido de la oportunidad y bastante empuje político. Algo que se aprecia no sólo en lo que se refiere a la gestión diaria del Consistorio, sino también a la hora de elucubrar sobre las grandes líneas de la política municipal venidera.

¿fin de ciclo?

Todo apunta a una suerte de final de ciclo. O, en su defecto, a una especie de reproducción continua. Un repetirse no sólo retórico, sino político. Ontológico. El pregonado modelo de ciudad -concebido por el padre del Plan General, Manuel Ángel González Fustegueras, cuya zafia apropiación partidaria acordaron PSOE e IU como uno de sus principales ejes de acción- va convirtiéndose en un asunto amortizado. No porque sea una realidad -ojalá-, sino porque el propio gobierno local lo ha pervertido en numerosos aspectos, lo ha ido adaptado a su conveniencia y, en general, lo ha sobreexplotado tanto que ha terminado condenándolo a un tremendo desgaste como activo político. Una situación que no va a solucionar el nuevo Plan Estratégico, del que en la calle se sabe tanto como de los misterios de Fátima. Probablemente incluso menos. Monteseirín soñó en su día con mantener la llama de ideas de la factoría Fustegueras mediante la creación de una oficina de grandes proyectos, pero las cosas han cambiado demasiado en los últimos tiempos. Tanto que ya parece imposible. De entrada, ya no manda Emilio Carrillo, quien logró formar un excelente tándem con el autor del PGOU -este área se le ha entregado ahora al edil Gómez de Celis, cuyo encaje con el urbanista radicado en Jerez hubiera sido curioso de contemplar- y, en realidad, a Fustegueras, pese a los anuncios hechos públicos en su día, en las caracolas de la Cartuja -sede de la Gerencia- ni se le espera ni en realidad se le quiere en demasía. Tener criterio propio tiene ciertos costes. Hay que pagar un precio. La mejor muestra: su ausencia en los actos de celebración del reciente 25 aniversario de Urbanismo, donde sí estuvieron algunos de los antiguos delegados municipales y gerentes, pero no se vio al verdadero hacedor de la nueva Sevilla de la que tanto presumen PSOE e IU.

Todos los frentes que tiene abierto el gobierno local son flecos del pasado reciente -si se pueden considerar así los prolongadísimos retrasos que se han producido en casi todas las grandes obras emprendidas en los últimos tiempos- o diatribas internas, en especial la derivada de la pugna entre críticos y oficialistas en el seno del PSOE. IU ensayó una especie de renovación con la salida del ejecutivo local del concejal Silva. Operación que le ha permitido atenuar las críticas de la oposición pero no ganar impulso político. En el caso de los socialistas, la batalla no cesa. La mitad del gobierno -afín a Viera- será castigada en la distribución de los nuevos presupuestos municipales, al igual que ocurrió tras la última remodelación interna. La otra mitad, mientras tanto, se ocupa más de usar la institución para no perder peso orgánico que de hacer trabajar a sus departamentos.

No es de extrañar que no se perciba dirección política clara: unos están esperando que se haga realidad la supuesta operación para defenestrar al regidor -si es que ésta sale adelante- y otros tratan de no perder posiciones para perpetuarse en Plaza Nueva. Todo se mueve en política. Nada se está quieto. Ni las alianzas ni las afinidades perduran. Lástima que, en el fondo, no ocurra lo mismo con la urbe, cuya verdadera transformación, en el fondo, ha dejado de interesar salvo como habitual argumento recurrente. Mera fórmula retórica.

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