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josé / aguilar

Pájaros y pajarracos

LOS ornitólogos de guardia han dado la voz de alarma: los pájaros están en declive entre nosotros. Especies singulares asociadas al mundo rural, como el alcaudón, el cernícalo o el mochuelo, han visto reducir sus poblaciones de manera espectacular, pero también los censos de otras tan comunes como el gorrión, la perdiz y la tórtola sufren importantes caídas. Hasta la golondrina común ha bajado en número nada menos que un 41% desde 1998, según el estudio de SEO/Birdlife.

¿Por qué se produce esta decadencia de pájaros que forman parte del paisaje cultural y sentimental en el que nos hemos criado muchos españoles? Pues por las transformaciones que ha experimentado el campo en las últimas décadas. Básicamente, por la progresiva desaparición de los insectos de los que se alimentan estas aves. A causa de la crisis de la ganadería y la falta de pastoreo tradicional y a causa del uso intensivo de pesticidas y herbicidas en la agricultura, la población de insectos ha caído de forma considerable. Ninguna especie sobrevive a la desaparición de sus nutrientes, salvo que se capaz de adaptarse a una nueva fuente de alimentación. No es el caso de las aves del campo. En cuanto a las más urbanícolas, ahí el problema ha venido de la construcción de edificios sin tejas ni huecos para anidar y de la contaminación que reduce la natalidad de los pájaros.

Como el homínido no suele dar puntada sin hilo, la sociedad urbanizada y moderna ha compensado la agonía de estas aves con la aparición de otros especímenes de la fauna ibérica. Pero hemos perdido con el cambio. Donde antes había pajarillos de dulce trino y conducta inofensiva ahora han florecido pájaros de mal agüero que en vez de gorjear chirrían y se comportan de manera ofensiva y dañina. Piensen en algunas de las especies más boyantes: el concejal trincón, el alcalde recalificador, el promotor con plumaje de soborno, el comisionista descarado (se dedica a juntar a los otros y morderles sus carteras), el militante enchufado en los comederos comunes, el rapaz veleta de muda fácil que cambia la pluma según sople el viento, el diputado síseñor y calientaescaño -caracterizado por su quietud y obediencia ciega al jefe de la pajarería-, el pollo traficante (de influencias)... Hasta el yerno aprovechado de alta alcurnia, que aparece de tarde en tarde, ha anidado en las tierras de España.

Vamos a echar de menos a los pájaros de siempre, y de más a los pajarracos de ahora.

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