Visto y oído

Antonio / Sempere

Paradójico

Ignoro cuánta gente vio En un lugar de Manhattan, lo último de Els Joglars, que La 2 tuvo la descabellada idea de emitir sin ningún tipo de anuncio una de las madrugadas navideñas. Pero teniendo en cuenta que el programa que le precedía, La mandrágora, sólo fue visto por 48.000 espectadores, mucho me temo que la pieza teatral apenas alcanzaría los 30.000. Y eso, tirando por lo alto. Ya se sabe que cuando nos movemos en unas cifras tan bajas los audímetros no son fiables. Al haber solamente 3.105 de estos aparatos en funcionamiento, basta con que alguno de ellos se apague o se encienda para que las cifras se extrapolen, resultando muy engañosas.

Pero volvamos al montaje de Els Joglars. Resultó muy interesante regresar a él por la vía televisiva, porque pudimos comprobar cómo, en ocasiones, ésta no sólo no juega a la contra del fenómeno dramático, sino, como es el caso, muy a su favor. Recuerdo la función a la que asistí a En un lugar de Manhattan. Fue en el Teatro Albéniz de Madrid. Tal y como le ocurriría al menos a la mitad de los espectadores que seguimos la función, se me escaparon muchos detalles, cantidad de muecas y matices de los actores, ya que seguí la representación en la distancia y en las alturas.

En el pase televisivo, el realizador Miguel Ángel Martín tuvo la feliz idea de hacer que las cámaras merodeasen por el escenario, como si fuesen un actor más. Y nos permitió que viésemos a los intérpretes de cerca, dando la vuelta alrededor de ellos. Tal como vemos a los figurantes que aparecen en Callejeros o en Vidas anónimas. Con un lenguaje muy acorde al medio.

Pero qué curioso. Sólo en Madrid, más de 30.000 seguidores de Els Joglars pagaron veintitantos euros por no ver casi nada. Yo fui uno de ellos. Y sin embargo el pase televisivo, en el que se veía y oía todo a la perfección, no lo vio casi nadie. Realmente paradójico.

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