LA 2, durante una hora, sin ningún corte, se mimetizó un poquito en la marca Cuatro, otrora Canal +. Y No disparen al pianista devolvió a la televisión lo mejor del estilo de las pares. De aquel Ticket de La Sexta, presentado también por Ruth Jiménez, formato no superado todavía por la cadena verde, aunque sólo fuese visto por cuatro gatos. O de la Cuatrosfera de temporadas pasadas. Y la presencia de Johan Wald como colaborador da fe de ello.

Es curioso que mientras Radio 3 es capaz de vomitar veinticuatro horas diarias de programas musicales, sin salir de la Santa Casa, en TVE hayan tardado más de seis meses en poner en marcha un nuevo formato musical de una hora semanal. Dicho esto, y vista la primera entrega de No disparen al pianista, habría que decir que bien está lo que bien acaba, y que ha merecido la espera.

Ruth tiene soltura, transmite, y posee una enorme telegenia. Por un momento, la mesa blanca de No disparen al pianista nos recordó a la de Lo + plus. Claro que para este cronista sería mucho mejor la charla distentida y el relajo en la escaleta, pero el libro de estilo del programa apuntan a todo lo contrario. En No disparen al pianista la charla es interrumpida por las actuaciones musicales (hay quien dirá lo contrario, que son las canciones las que son interrumpidas). Y ni siquiera se simula continuidad. Juanes no aparenta ir de la mesa al set de actuaciones y viceversa. La canción se introduce a saco, lo que quiere decir que para grabar los 60 minutos reales que dura el programa el público ha aguantado estoicamente muchas horas de grabación. En el primer programa no faltó la dedicatoria a los que aman la música. Y a Enrique Urquijo, a Joaquín Luqui y a Carlos Llamas, que ya no están. A falta de uno, No disparen... tiene cuatro realizadores, y parece que se hicieron un lío. Se les coló repetido un vídeo. Ay.

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