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Ignacio Martínez

Pitufos andaluces

LA realidad supera a la ficción. Una marea del PP ha inundado España y ha coloreado de azul casi todo el mapa nacional. Y, como si fuese un símbolo del fenómeno, en la Serranía de Ronda han pintado entero de azul un pueblo del Valle del Genal. Se trata de uno de esos preciosos pueblos blancos situados en la franja que desciende desde la ciudad del Tajo hasta la Bahía de Algeciras. No se ha salvado ni el campanario. No es broma, han pintado las 170 casas de Júzcar de azul porque mañana se celebra allí el estreno mundial de la película en 3D Los pitufos, realizada por la multinacional Sony.

El alcalde convocó a los 250 vecinos para hacerles la propuesta. Y aceptaron. Ahora se ha convertido en un polo de atracción para el turismo de fin de semana. El domingo pasado ya hubo medio millar de visitantes. Tanto que hay quien piensa que quizá resulte rentable dejar las casas de azul y no volver al blanco tradicional. Un parroquiano idea ponerle a su bar la Cueva de Gargamel. Claro que en este campo actúan con ventaja: en Júzcar hay ayuntamiento de mayoría absoluta socialista. Con lo que se cumple el viejo adagio de que el hábito no hace al monje. En este caso lo pueden hacer sin complejos; a lo mejor a un alcalde de Arenas le habría dado pudor.

Pero esta estrategia de marketing, además de la variable de color, entre el azul y el rojo, tiene la componente del tamaño. ¿Somos los andaluces pitufos del escenario mundial? Depende para qué. Nuestras exportaciones industriales son escasas, y entre las agroalimentarias prima la materia prima en fresco sobre la elaborada. Somos los líderes mundiales en aceite de oliva. Pero sólo exportamos embotellada una quinta parte de nuestra producción, que es casi la mitad del total del planeta.

En la vida el Banco de España habría osado en adjudicarle en pública subasta una caja vasca a un licitador andaluz, pero al revés no tiene apuro en entregarle Cajasur a una caja vasca. Y nadie chista en esta región de pitufos. En Cataluña, jamás a una de las grandes familias productoras de cava se le ocurriría vender su negocio tradicional y líder en el mercado español a una multinacional francesa, es un suponer. Pero aquí vendemos la cervecera líder sin ningún complejo, y Cruz Campo pasa a manos de Guinness y después de Heineken.

No todo es así, por supuesto. Tenemos industrias punteras exportadoras, con buenos patrones de empresa como Paco Cosentino, Pepe Moya, Antonio Hernández o Felipe Benjumea. Pero no hay muchas Cosentino, Persan, Ebro o Abengoa. En realidad seremos pequeños si nos vemos pequeños, si tenemos menos ambición que otros. Y esa tendría que ser una actitud colectiva si no queremos que la ficción pitufa supere a la realidad.

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