El Plan B

Pudiera ocurrir que le tiente la idea de convocar elecciones en enero de 2024. Dejaría al PP sin el argumento

La gente sencilla y los sanchistas acérrimos creen que en noviembre Pedro Sánchez volverá a ser presidente del Gobierno, y que seguirá en la Moncloa durante los próximos cuatro años. Consideran que las exigencias de los partidos de Frankenstein son un simulacro, para al final consentir el sí es sí y rendirse a los atractivos del presidente. Algo obtendrá cada uno en ese reparto: una amnistía, un referéndum, una mesa de negociación, cambiar palabras para que una nacionalidad sea una nación, unas transferencias, un recorte de la deuda, una financiación en la que dos y dos sumen cinco, una jornada laboral de menos horas y más sueldos que pagan las empresas, un blanqueo de la memoria histórica de hace 10 años mientras manipulan la de hace 75 años. Cualquier cosilla que presentar a sus aficiones para no volver a votar a corto plazo. Ante el riesgo de que gane Feijóo, ese pérfido señor, al que no quieren ni los suyos. O eso parece.

Pero a veces lo que parece no es lo real. ¿Y si fuera un truco del malabarista? ¿Y si el acuerdo con Yolanda fuera sólo para impresionar? ¿Y si tuviera un plan B guardado en el cajón? ¿Y si los gurús de la escuela de Iván Redondo están insinuando que la amnistía no es tan mala como la pintan para al final no concederla? ¿Y si lo que está buscando Sánchez es seguir siendo presidente, claro, pero que el mango de la sartén para darle la vuelta a la tortilla no lo tenga Puigdemont, sino precisamente él? Tezanos, el chef que oficia en los fogones del CIS, ya ha lanzado algunas señales de humo, que la gente sencilla posiblemente no ha interpretado en el sentido correcto.

Pues pudiera ocurrir que lo que de verdad le interese a Pedro Sánchez no sea la investidura ahora. Y que le tiente la idea de convocar elecciones en enero de 2024. Dejaría al PP sin el argumento básico de que ha concedido una amnistía y ha roto España. Pudiera ocurrir, al tensar la cuerda, que el malabarista no la rompa. Y se presente a los ojos del público como el salvador de la Patria, que tanteó con Illa opciones de perdón para normalizar la política. Pero no fue posible por las exigencias disparatadas y que, en consecuencia, no es el villano ni el traidor, sino la víctima.

Con las manos limpias se presentaría Pedro a las próximas elecciones. ¿Y si las gana? ¿Y si fuera el candidato más votado en enero de 2024? Entonces el PP se vería en la obligación moral de permitirle gobernar. Y entonces sí que podría cumplir su deseo de seguir cuatro años más. Atención al Plan B, que pronto puede ser el Plan A.

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