LA película The Artist pone de moda el cine mudo. La escenificación de la política también deriva hacia la gestualidad del cine mudo. En sus dos variantes: el cómico y el melodramático. Hay muchas reuniones donde se toman imágenes sin sonido durante escasos segundos. Los apretones de manos; los corrillos antes o después de un acto; la escena del sofá en un encuentro diplomático... El menú de los telediarios está saturado de estos mudos, estudiados por los asesores de imagen para enseñar a los gobernantes a destilar solvencia, credibilidad y hasta simpatía mediante la comunicación no verbal que deben controlar durante pocos segundos.

La profusión de encuentros, cumbres y reuniones de los mismos con los mismos, induce a incurrir en el vértigo de ser cada vez más explícitos con la política de gestos. Que el directo o el diferido de cada jornada no parezcan imágenes de archivo. Para lanzar mensajes claros sobre lo que se negocia a puerta cerrada, y para simbolizar ante la opinión pública la relación de fuerzas en cada momento. Cuando el pasado lunes aún no se sabía el desenlace de la reunión del Eurogrupo en Bruselas, el mudo ya lo había resuelto y propagado: La fotografía de Juncker sobreactuando para coger del cuello al ministro español De Guindos.

Si la representación de los ciudadanos se decanta a la teatralización de lo importante, los principales políticos han de ensayar posturas y ademanes antes de ponerse ante las cámaras. Además del estrangulamiento, deben practicar la bajada de pantalones, el apretón del cinturón, el rodillo parlamentario, el montar en cólera, la sumisión genuflexa,... Decidan qué posturas y ademanes adoptar para explicar la subida de la gasolina y de la luz, o el cierre de empresas públicas, o la subida de impuestos, o las inversiones que se esfuman por recortes presupuestarios, o la indignidad de la corrupción. Algunas son escenas de cine para mayores sin reparos.