PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Propuestas buenas y baratas para el vigésimo aniversario de la Expo'92

EL vigésimo aniversario de la Expo'92, en un 2012 que arranca con la venturosa reapertura del Pabellón de la Navegación, no es, ni por asomo, el asunto al que dedicar en Sevilla más atención y recursos. La obsesión colectiva ahora no es llegar a un 20 de abril con todo terminado para ser anfitriona del mundo, sino llegar a final de cada mes con dinero para pagar la luz. No obstante, y al margen del pretexto de una efeméride más redonda, siempre es saludable elevar el nivel de la ciudad a partir de lo mucho que obligó el reto de la Muestra Universal a modernizar las mentes y los hábitos. Una fecunda dinámica, de alta velocidad, que se ha frenado más de la cuenta por haber sido taponada la generación de jóvenes sevillanos que se curtieron en aquellos años tan intensos.

Como experto en la Expo'92, pues fui el autor de la única guía de todos los contenidos que había en todos sus pabellones, y como analista de la Sevilla contemporánea, puedo ofrecer una docena de propuestas buenas y baratas a los grupos municipales, con incidencia en todo el territorio de la ciudad y no sólo en la isla de la Cartuja. Para no abrumarles a ustedes, me voy a centrar hoy en una.

La madre de todas las propuestas es remediar el tremendo desconocimiento que la mayor parte de la ciudad tiene sobre lo que acontece en la isla de la Cartuja, a uno y al otro lado de las zonas valladas. Pasen y vean la Expo 2012, en buena medida creada por sevillanos emprendedores que generan empleo y riqueza. Para ello, organicen el domingo 15 de abril una gran jornada de puertas abiertas y explicación guiada en todos los edificios (del 92 o posteriores) en uso en la isla de la Cartuja. Comprendo que eso obligaría a estar al pie del cañón a un determinado número de personas en una jornada no laborable, pero su autoestima puede verse reforzada ayudando a divulgar lo que hacen, ya sea ingeniería, investigación sobre el cáncer, telecomunicaciones, inteligencia artificial, biología, arte contemporáneo, estudios para la Comisión Europea, etcétera. Sin duda, para miles y miles de sevillanos, descubrir empresas locales (de miras globales) como Ayesa, Anafocus, Neocodex, Inerco, Indisys, Wellness Telecom, Vorsevi y tantas otras, les haría pensar.

Además de las empresas convertidas en pabellones participantes, súmenle a la lista de pabellones abiertos todos los centros de investigación científica (células madre, ciencia de materiales, ecología, bioquímica, acelerador de partículas, etcétera), todos los espacios culturales, las incubadoras de emprendedores, entidades como la Fundación Tres Culturas o el Instituto Europeo de Prospectiva Tecnológica,... Mucho por descubrir en breves visitas aquí y allá. El pabellón estrella debe ser la Escuela Superior de Ingenieros, que reutilizó el edificio Plaza de América. Ya sería un gran avance para modernizar la mentalidad común en Sevilla que fuera de dominio público toda la prosperidad que emana de dicha facultad, por su calidad y por conectar tan bien su espíritu investigador hacia la actividad empresarial.

No pasen por alto el descubrimiento de sus espacios verdes (Jardín Americano, Parque del Guadalquivir), el paseo fluvial de carril-bici y, cómo no, el reencuentro en las avenidas con las pérgolas que daban sombra y frescor en las jornadas de hace veinte años.

A una jornada como ésta, el Ayuntamiento debe convocar a todos los medios de información nacionales. Y a los corresponsales en España de los internacionales. Es tal la ignorancia fuera de Sevilla sobre la Expo 2012, y sobre la cantidad y calidad de la actividad que se genera en la Cartuja, que es un lastre perjudicial desde hace años para competir con otras ciudades. Necesitamos abrirles los ojos a los sevillanos y a la opinión pública foránea. Que a Sevilla sólo le atribuyan sus defectos reales, no los imaginarios. La isla de la Cartuja no es el mejor de los mundos posibles, pero sí tiene muchas realidades de las que sentirse orgulloso.

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