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Fernando Faces

¿Rescate de Grecia o de la banca europea?

La reestructuración voluntaria de la deuda griega es una operación estética que desplazará la solución definitiva · Lo que pretende Bruselas es ganar tiempo para que los bancos europeos puedan sanearse

EL terremoto de la crisis griega sigue haciendo tambalear las estructuras de la UE. A pesar de los acuerdos alcanzados en las últimas horas en torno a la contribución voluntaria de los inversores privados en la reestructuración de la deuda griega y al compromiso del primer ministro, Giorgos Papandreu, de arrancar al Parlamento la aprobación del draconiano plan de austeridad de 78.000 millones de euros, la incertidumbre sigue inundando los mercados financieros, las primas de riesgo-país vuelven a alcanzar sus máximos, las bolsas se desploman y el temor al riesgo de contagio se propaga por los mercados financieros. Los planes de rescate están siendo un fracaso: las reformas avanzan lentamente, el riesgo-país sigue aumentando, los conflictos sociales se disparan provocando nuevas crisis de gobierno y la posibilidad de acceso a los mercados financieros se perciben cada vez más lejana.

Los socios europeos desean que Papandreu obtenga del Parlamento la aprobación del plan de ajuste por unanimidad de todas las fuerzas políticas para asegurar su cumplimiento. La oposición se opone a su aprobación. A pesar de todo, con consenso o sin él, el parlamento griego aprobará el día 28 un nuevo plan de austeridad que contempla privatizaciones de las empresas públicas por valor de 50.000 millones, nuevas reducciones del gasto público y aumento de los impuestos por valor de 28.000 millones, reducción de 150.000 funcionarios, subidas de los impuestos indirectos y modificación del impuesto de patrimonio y un impuesto solidario temporal para afrontar la crisis.

Pero los mercados siguen desconfiando tanto de la voluntad de Grecia para aceptar nuevos sacrificios, como de los efectos depresivos que tendrán sobre la economía tan drásticas medidas de austeridad. Al final, pasado el tiempo acabará imponiéndose una reestructuración ordenada y obligatoria de la deuda griega, ya que Grecia no podrá pagar sus deudas por mucho que se alarguen los plazos y se suavicen los tipos. Su problema no sólo es de endeudamiento excesivo y liquidez, sino de solvencia, dada su bajísima productividad y competitividad. La reprogramación de la deuda no será suficiente si no va acompañada de profundas reformas de su administración pública, del mercado laboral y del resto de los mercados de bienes y servicios. Grecia tiene una economía con esclerosis múltiple, rígida e ineficiente.

Pero el tiempo se ha acabado para Grecia. El plan de ajuste ha sido consensuado entre el Gobierno griego y la Troika (Comisión Europea, BCE y FMI) con un ajuste adicional de 3.800 millones de euros. Una vez aprobado en el parlamento griego, el Consejo Europeo procederá a su análisis y aprobación el día 3 de julio, antes de autorizar el quinto tramo del primer plan de rescate de 12.000 millones de euros, la refinanciación voluntaria de la deuda actual y el nuevo plan de rescate de 100.000 millones. Mientras tanto, los mercados financieros seguirán temblando de miedo, ya que todo es posible.

Cabe preguntarse qué es lo que pretende Bruselas si todos los analistas están convencidos de que la reestructuración voluntaria, con el sólo alargamiento de los plazos, es una operación estética que desplazará la solución definitiva en el tiempo, agravando a largo plazo la situación de insolvencia de Grecia. Lo que pretende Bruselas es ganar tiempo para que la banca europea, que todavía tiene sus balances y cuentas de resultados con problemas de solvencia, liquidez y rentabilidad tenga tiempo para sanearse. Porque no nos engañemos, el problema de fondo no es Grecia, es la banca europea. No se trata tanto del rescate de Grecia, sino más bien del, todavía no concluido, rescate de la banca.

De los 146.400 millones de euros que Grecia debe al resto del mundo, los bancos alemanes son los tenedores de mayor porcentaje de deuda pública, 16.000 millones de euros, el 41,79% del total. Seguida por Francia, con el 27,60%. Si nos centramos en la deuda privada, Francia lidera la lista de acreedores con 29.600 millones de euros, el 49%. El Reino Unido detenta el 23,69% de la deuda de los bancos griegos. Tampoco se escapa EEUU con 24.200 millones de deuda indirecta (CDS, Seguros de impagos…), el 56,2% del total indirecto. Si a esto añadimos que los bancos griegos tienen cerca del 60% de la deuda pública y que el BCE es el máximo acreedor con 190.000 millones de euros entre deuda griega y préstamos colateralizados otorgados a la banca griega, podremos comprender que lo que está en juego no es tanto Grecia, como el sistema bancario europeo y, en definitiva, la Unión Monetaria Europea. De ahí que la mejor solución para Grecia (reestructuración total) no sea la mejor solución para la Unión Europea y su sistema bancario. Podremos comprender ahora la oposición frontal a una reestructuración obligatoria tanto del BCE como de Alemania y Francia, sin olvidarnos de la llamada de Obama a Merkel instando a una pronta solución.

Hay un hecho significativo que delata la estrategia de fondo. Bruselas y el BCE pretenden una reestructuración suave y voluntaria mediante la cual los bancos europeos se comprometen a renovar la deuda, a su vencimiento, comprando nuevos bonos a un plazo de siete años. Sin embargo, se puede constatar que los bancos alemanes en los últimos meses vienen reduciendo su exposición a Grecia mediante una paulatina y gradual venta de bonos. Con el tiempo ganado mediante la reestructuración voluntaria, lo más probable es que se continúe con esta misma estrategia y que al final la cantidad de bonos a refinanciar con otros nuevos sea mínima. Por el contrario, el BCE se verá obligado a seguir comprando deuda pública griega y a financiar a los bancos griegos con la garantía de la deuda pública. No es difícil concluir quién tendrá la deuda griega dentro de unos años, probablemente el BCE y el futuro Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEDE). La deuda privada se habrá transmutado en deuda pública y, al final, acabarán pagando los contribuyentes.

En estos momentos todos los ministros de Economía tratan de convencer a los bancos privados y a las agencias de calificación de que colaboren en esta estrategia. Tendrán que ser muy persuasivos, sobre todo con las agencias de calificación, hasta ahora denostadas por los propios gobiernos por la falta de rigor y profesionalidad, y que han afirmado que cualquier tipo de reestructuración puede ser considerada como un evento crediticio o suspensión de pagos. Afirmación que de mantenerse daría al traste con la estrategia de salvamento de la banca europea. Como moneda de cambio, las autoridades europeas tienen en sus manos la suavización de la nueva legislación sobre agencias de calificación.

Podemos concluir que el principal canal de contagio efectivo de la crisis griega es el bancario, que afecta principalmente a Francia y Alemania, ya que España tiene, tan sólo, el 1% de la deuda pública griega (383 millones de euros) y el 0,67% del total de la deuda. El contagio de Grecia a España es más por el cierto aire de familia que tienen nuestras economías que por los intereses y deudas que compartimos. Pero, así es la vida, hay que serlo y parecerlo.

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