Tomás garcía

Doctor en Biología

Santa Catalina, su torre y su palmera

La datilera presenta problemas de conservación, pues con el peso de su corona se va inclinando

Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo entre 2014 y 2019 en la iglesia sevillana de Santa Catalina han sacado a luz restos de conducciones hidráulicas de época romana, de enterramientos visigodos, de una mezquita y de un templo gótico-mudéjar erigido tras la conquista cristiana, anterior al del siglo XIV que ha llegado hasta nuestros días. A pesar de las nuevas referencias históricas derivadas de dichas prospecciones, el debate sobre el origen de la torre que hoy podemos contemplar aún no ha declinado. En este sentido, la mayoría de los investigadores estiman que habría sido levantada junto a la iglesia primitiva y no formaba parte de la mezquita, pues ésta pudiera ser más bien un reducido oratorio musulmán privado que no necesitaba un alminar para llamar al rezo a los fieles del arrabal circundante.

Las palmeras se cultivan desde tiempos pretéritos en sus regiones de origen, que se extienden en la cuenca mediterránea desde el norte de África hasta Asia Menor, y los comerciantes fenicios las introducen en el levante peninsular. No son árboles en sentido estricto, sino plantas arborescentes que presentan solamente crecimiento apical, sin ramas, con grandes hojas y estípites o falsos troncos que resultan de estructuras fibrosas superpuestas. El culto califa almohade Abu Yacub Yusuf amplía en el siglo XII los antiguos Jardines de la Buhaira y planta palmeras datileras (Phoenix dactylifera) por primera vez en la capital hispalense, las cuales se difunden a partir de la centuria decimonónica hacia plazas, jardines y glorietas, contabilizándose en la actualidad unos dos mil ejemplares.

La hermosa torre-campanario de la iglesia de Santa Catalina ha estado acompañada desde 1955 hasta 2004 por dos palmeras datileras, fecha en la que una de ellas se trunca como consecuencia de un temporal ventoso, aunque todavía podemos admirar a la superviviente, que alcanza los diecinueve metros de altura y permanece anclada a un soporte en la fachada sur. Se enclava dentro de un pequeño atrio enrejado de entrada al templo, por lo cual su titularidad y mantenimiento corresponden a la parroquia y no al Servicio de Parques y Jardines. Constituye, por tanto, una situación similar a la sufrida por el ficus de San Jacinto, cuyo recinto ajardinado ha pasado a propiedad municipal cuando la agonía del árbol ya es evidente. La datilera presenta importantes problemas de conservación, pues con el peso excesivo de su corona se va inclinando y el tronco puede romperse con cualquier acontecimiento borrascoso si no está bien podada y cuidada. Convendría prevenir este probable suceso tomando las medidas necesarias para que no asistamos en el futuro a la pérdida de este magnífico espécimen inventariado en el Catálogo de Árboles Singulares de Sevilla y que ya forma parte del espléndido conjunto monumental de Santa Catalina, de donde salen el Jueves Santo el grandioso misterio del Cristo de la Exaltación y la bella imagen de Nuestra Señora de las Lágrimas.

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