la ciudad y los días

Carlos Colón

Sentir o no sentir

UN Hamlet capillita, con el cráneo de la Canina en la mano, se decía: "Sentir o no sentir, esa es la cuestión". Y estaba sobrado de razón. El problema es que "sentir" tiene varios significados. El más general -experimentar sensaciones producidas por causas internas o externas- plantea la siempre delicada cuestión de la calidad del sentimiento, que viene dada por la de aquello que lo causa. A riesgo de parecer elitista debo decir que en la actual Semana Santa abundan tanto la carencia de sentimientos como los sentimientos de poca calidad -por este orden: religiosa, humana, estética- producidos por excesos, desnaturalizaciones y trivialidades que no voy a detallar para no ofender a nadie. Ponga cada cual los nombres que se le ocurran.

En su acepción más cercana a nuestra Semana Santa sentir significa experimentar una impresión de naturaleza espiritual. En esto no caben errores o pocas calidades. Si la sensación experimentada es espiritual, es decir, si tiene que ver con el alma y con la memoria, con la razón y con el sentimiento, con la gracia de Dios y con la esencia más íntima de nuestras vidas, entonces la cuestión fundamental, la del sentir, está resuelta. Y la Semana Santa es el montesinesco camino más corto que Dios, Sevilla y la memoria escogen para herirnos.

Esta fiesta es cuestión de sentir o no es nada. Aún peor, sin sentimiento o sin calidad del sentimiento se convierte en una grotesca afición, en la blasfemia de una religión sin Dios, en la tristeza de una ciudad despersonalizada que ha olvidado la sabiduría popular de sus barrios. Porque no nos equivoquemos, y de paso despejemos así toda sospecha de elitismo: lo mejor de la Semana Santa lo creó el pueblo y por eso sus emociones más hondas -Gran Poder, Macarena, Cachorro- del pueblo brotaron como flores de barrio.

Ese mismo pueblo, ignorando siglos y distancias, hará que hoy se me salten las lágrimas por su forma de querer, seguir y escoltar a mi Señor Cautivo para dárselo a Sevilla como el más precioso don del Tiro Línea. Hará que se le salten a alguien a quien quiero ante su Virgen de las Aguas. Hacía que se le saltaran a alguien que me quiso y me sigue queriendo -porque está escrito en la Biblia y esculpido en el Salvador que el Amor es más fuerte que la muerte- ante la Salud de San Gonzalo.

No era suya por familia o barrio. Le había contagiado la devoción su amiga Ana María. Porque esta semana los caminos que Dios escoge para herirnos a través de las sagradas imágenes tienen nombres propios de abuelos, de padres, de hijos, de amores, de amigos. ¿Cómo, si no de cuerpo a cuerpo, se puede contagiar un sentimiento?

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