PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Sevilla vive el caso Haidar

LOS derechos humanos y su salvaguarda nos conciernen a todos. Ahora están encarnados sobre todo en la heroica lucha de la saharaui Aminatu Haidar para reivindicar en todo el planeta el ostracismo de su pueblo, condenado a ser víctima de los intereses y miedos entre España y Marruecos. Ayer, Día Internacional de los Derechos Humanos, mientras en una terminal de aeropuerto se pone de manifiesto la frontera entre dictadura y democracia, en Sevilla el Colegio de Abogados le entregaba el Premio Derechos Humanos al catedrático emérito Juan Antonio Carrillo Salcedo, quien tanto ha hecho como jurista en favor de su aplicación universal. Dignidad frente a barbarie, el título de uno de sus libros, define el quid de la cuestión, que también se encarna en el abogado palestino Raji Sourani, de Gaza, galardonado ayer por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía.

Oportuno en fecha el encuentro internacional de líderes religiosos celebrado en la Fundación Tres Culturas, sobre implicaciones de la dignidad humana para las tres religiones monoteístas. El ecumenismo de personalidades judías como el rabino Richard Marker, católicas como el arzobispo Juan José Asenjo y musulmanas como Saud bin Abdullah Al-Gedayan es el que le falta a la propia Fundación, capaz de reunir en muchas ocasiones en Sevilla a personalidades israelíes y palestinas pero que no hace lo propio entre marroquíes y saharauis porque el Reino de Marruecos pinta mucho en el patronato y es el artífice del edificio que Hassan II ordenó construir para la Expo 92. El Gobierno andaluz utiliza la Fundación como instrumento de acción cultural y diplomática pero no se atreve a buscar un Barenboim español que forme una orquesta magrebí sin fronteras.

Mientras Amnistía Internacional ocupa la Alameda con Haidar como estandarte en sus actividades de concienciación, la dicotomía de la cooperación define a la Fundación Forja XXI y a la Universidad Internacional de Andalucía, que apuestan por estructurarla en Marruecos, y a entidades como la Hermandad de San Esteban, que opta por los campos de refugiados en Argelia. En Sevilla tiene mucha fuerza la solidaridad con los exiliados en Tinduf, vivificado de modo permanente el recuerdo de la traición española y la villanía marroquí a través de la Asociación de Amigos con el Pueblo Saharaui, totalmente incondicional del Frente Polisario. Y a la vez ha mejorado bastante la estima social hacia el inmigrante marroquí, gracias a la labor de intermediación social y laboral de algunas ONG como Sevilla Acoge, que ahora preside Omar el Hartiti.

Va siendo hora de que haya entidades que intenten abrir líneas de cooperación en ambos territorios, y que denuncien públicamente a quien imponga vetos y prejuicios. Pobreza hay en ambas comunidades, y el miedo al desafecto no va a desactivar la bomba de relojería que puede perjudicar a muchos inocentes a uno y otro lado del Estrecho si el caso Haidar acaba mal y agudiza los históricos contenciosos sin resolver.

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