EL cuarto año del mandato municipal es el de las dudas. No falla. Durante tres años, los partidos que forman coalición de gobierno no dudan, votan al unísono y fustigan a quien ponga en duda su ejecutoria. Pero, oh albricias, cuando se prepara la carrera electoral y hacen ejercicios espirituales para renovar o no el matrimonio de convivencia, empiezan a verle defectos a su pareja de baile, y marcan distancias en lugar de marcarse un amarraditos los dos, que cantaba anoche María Dolores Pradera. Y así llegan al solsticio del voto y destapan un aliño de independencia de criterio.

Torrijos pisó ayer la Universidad Olavide y, oh casualidad, manifestó que la terminación del Metropol Parasol le produce serias dudas. Las suyas son tan serias como las que puede tener cualquier concejal o simpatizante socialista con el destino que le da él, primer teniente de alcalde, a los centenares de miles de euros que maneja como presunta cooperación al desarrollo, que a la postre sólo desarrolla la financiación entre comunistas españoles y latinoamericanos. Pero el PSOE se ha callado, y ha votado a favor de las subvenciones que propugnaba su socio de gobierno, lo considera un peaje que pagar a cambio de dominar la Alcaldía. Sólo mostrará serias dudas si Torrijos tensa la relación para desmarcarse de los proyectos controvertidos que el ciudadano más asocia a Monteseirín. Estrategia de Torrijos para lavar, ante el electorado de clase obrera azotado por la crisis, su imagen de absoluto corresponsable del tremendo despilfarro económico en la Encarnación.

IU ha dado sus votos durantre años para convertir las setas en una prioridad presupuestaria y en un modelo de privatización de un espacio público, que está en las antípodas de la ideología comunista. Ahora, pardiez, Torrijos tiene serias dudas. Acabáramos. Tantas como las que suscitan los manejos en Mercasevilla. La política sevillana es un tráfico de dudas. Es una fe de errores. Es una enciclopedia de hipocresías.