Las dos orillas

José Joaquín León

La Triana antigua

VENÍAN recién salidos del hotel Zenit, en la esquina de Pagés del Corro con San Jacinto, junto al convento dominico. Preguntaron a los primeros que se encontraron:

-¿Ustedes son de aquí?

-De Triana, no. Pero vamos, ¿qué quieren saber? A ver si no es difícil.

-¿Dónde está la Triana antigua?

Eran dos matrimonios de Barcelona, que visitaban Sevilla para un fin de semana turístico. La pregunta era difícil. Se iban a desilusionar si les decíamos que la Triana antigua ya no existe, que se perdió en el túnel del tiempo con su Cava de los Gitanos y sus corrales de vecinos, que muchos trianeros de los antiguos se habían mudado a los polínganos, que sólo quedaban algunos restos del naufragio. Así que fue conveniente dar un giro positivo, apostar por lo políticamente correcto y decirles que se fueran hacia la Real Parroquia de Santa Ana, la catedral trianera, y a la calle Pureza, donde está la Esperanza; que pasearan por el viejo arrabal reconvertido, donde aún quedan algunos talleres de orfebrería y tiendas de cerámica en el Altozano; y que por San Jorge están los restos del castillo de la Inquisición, junto al mercado. Aunque mejor que volvieran en julio para verlo, cuando se podrán solazar en la Velá de la Señá Santa Ana, además de sentirse como "víctimas y verdugos" en el Castillo de San Jorge, según se dijo en la visita que organizó recientemente la delegada municipal de Fiestas Mayores y Turismo, Rosamar Prieto-Castro, para presentar el pedazo de centro temático inquisitorial que están montando allí, donde si no te queman vivo será de milagro. Además les dijimos que, si aún les quedaban ganas, siguieran por la calle Castilla, que es una jartá de larga, pero tiene el aliciente de la parroquia de la O, con su melancólico paseo detrás, junto al río, y más allá, donde se acaba Triana y empiezan las carreteras, está el Cachorro. Y que eso es lo que hay, más o menos, en la República Independiente de Triana.

Se fueron contentos entre los coches, en esta Triana que aún es algo más que un barrio, incluso algo más que un "viejo arrabal", donde todavía no se les ha ocurrido peatonalizar todo lo peatonalizable, con el consiguiente peligro. Pero delante de San Jacinto, templo por supuesto cerrado a esas horas de la tarde, nos quedamos comentando que la "Triana antigua" por la que preguntaban los turistas catalanes es un mito de leyenda, que se sigue alimentando en el imaginario colectivo, en los tópicos y los folletos turísticos, pero que está abandonada, a falta de ocurrencias ocasionales, como ese centro temático de la Inquisición. Ya lo veremos en julio, con el calor de la Velá, cuando sea felizmente inaugurado, para comprobar si en Triana ganan las víctimas o sus verdugos.

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