La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Urdangarín no se va de rositas

Las juezas que condenaron a Urdangarín han enviado luegoun mensaje que hace sospechar que no irá jamás a la cárcel

Los justicieros no tienen razón: Iñaki Urdangarín no se ha ido de rositas en el caso Nóos. Ni se va a ir, a poco que el Tribunal Supremo confirme las sentencia de la Audiencia de Baleares que le condenó a seis años y tres meses de prisión. Creo que es lo que pasará, porque el fallo está bien fundamentado y se basa en sólidas pruebas.

Con tenacidad cansina se ha inoculado en el imaginario popular la idea de que al esposo de Cristina de Borbón -o sea, el cuñado del Rey- le han impuesto una pena muy inferior a la que solicitaba el fiscal y, además, no lo han metido en la cárcel inmediatamente para que la cumpla. Ergo, no hay Justicia, se aplica una doble vara de medir, al pobre que roba para comer lo enchironan y al poderoso no le pasa nada y otras sentencias apocalípticas sobre la radical injusticia del sistema democrático.

No nos precipitemos. Urdangarín ha sido condenado... en primera instancia. Precisamente porque la Justicia democrática garantiza los derechos humanos es posible recurrir cualquier sentencia penal hasta llegar al Tribunal Supremo. Urdangarín lo hará, luego su sentencia no es todavía firme. Mientras no haya sentencia definitiva, ¿qué se hace con los que han sido condenados provisionalmente? Normalmente, continúan en libertad, salvo que se concurra una circunstancia excepcional: riesgo de fuga, posibilidad de reiteración delictiva o destrucción de puebas.

Las tres juezas de la Audiencia de Palma que condenaron al ex balonmanista han considerado que en su caso no se da ninguna de estos supuestos y, por tanto, lo dejan en libertad sin más obligación que comparecer una vez al mes en un juzgado suizo. Creo que han sido demasiado benignas. Entre la prisión inmediata que exigen los enterados antisistema remando a favor de la corriente populachera y el estatus favorecedor que se ha otorgado al condenado cuñado había otras salidas ajustadas a Derecho, más rigurosas y más sensatas. Como la libertad bajo una sustanciosa fianza que dificulte la tentación de la fuga, la retirada del pasaporte (¿por qué se le quita a su socio Diego Torres y no a él?) y la comparecencia ante un juez o un cónsul españoles (¿qué es eso de que comparezca en Suiza, donde no tiene arraigo, sino refugio?).

Urdangarín no tiene por qué estar ya en la cárcel, pero las tres juezas que lo han condenado enviaron el jueves el mensaje más inadecuado, el que abona la sospecha de que no irá a la cárcel jamás.

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