La ventana

Luis Carlos Peris

Veinticuatro horas de apoteosis y fervor

Veinticuatro horas justas, ni un minuto de más ni de menos, y del Arco a casa fue el disloque. Eran las tres en punto de la madrugada cuando, de cara a su gente, la Macarena amagaba con quedarse con ellos. Sonaba Coronación, Pasa la Macarena, todo el repertorio de marchas macarenas según la banda del Carmen de Salteras, los tres hermanos mayores vivos contemplaban arrobados en el atrio el remate a lo que fue una jornada para los anales, la de aquel día de los coletazos del verano en que la Macarena cruzó el río por vez primera. Y allí, en su paso, menos estilizado por la ausencia de los varales y mirando hacia la Sevilla de los Macarios se iba una inédita Esperanza a reunirse con su Hijo, que le guardaba celosamente el sitio. Y, seguro, habrá un antes y un después de ese 18 de septiembre en que la auténtica Madre de Dios se fue a tierras ignotas para veinticuatro horas de apoteosis y fervor.

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