La ciudad y los días

carlos / colón

Viejo jefe de los torturadores

EL concejal Gargante del Ayuntamiento de Barcelona, el defensor de Otegi al que llama "compañero" y "preso político", el que lleva la palabra "odio" tatuada en la mano como el falso reverendo Harry Powell de La noche del cazador -y todos sabemos qué representa este siniestro personaje-, el que fue condenado por agredir a un cámara de TV3, ha llamado al rey Juan Carlos "viejo jefe de los torturadores" citando a su "compañero" etarra. Se puede hacer ante esto tres cosas. Aplaudirlo y volver a votar a Podemos y sus marcas blancas en las próximas elecciones. Mirar para otro lado y quitarle importancia. O considerarlo, además de una grosería, un delito.

En lo primero no entro. Allá ellos. El respeto a la democracia exige tolerar a sus enemigos confiando en el funcionamiento de las leyes (lo que ya es mucho confiar en España). Lo segundo es lo que se suele hacer en este país ante las gamberradas, groserías o delitos de los independentistas y de la extrema izquierda: mirar para otro lado, quitarle importancia, darlo por bueno como mal menor, hacer como que no ha pasado nada, cubrir la gamberrada, la grosería o el delito bajo el manto de la libertad de expresión. Lo tercero, considerarlo un delito y proceder legalmente, es lo que no se suele hacer. Por prudencia, por miedo a ser tachado de fascista, para evitar que apliquen a las leyes la coletilla de mordaza… Y por Estrasburgo.

Llamar al Rey de España jefe de torturadores debería ser un delito. Pero hay un funesto precedente. Cuando Otegi dijo lo mismo en 2003 -cita completa: "el Rey de España es el jefe supremo del Ejército español, es decir, el responsable de los torturadores y el que protege la tortura e impone su régimen monárquico a nuestro pueblo por medio de la tortura y la violencia"- fue condenado por el Supremo y el Constitucional a un año de cárcel. Pero después vino Estrasburgo y condenó al Estado español justificando las palabras de Otegi como "libertad de expresión" y "juicio de valor" que puede enmarcarse "en un debate más amplio sobre la responsabilidad de las Fuerzas de Seguridad del Estado en casos de malos tratos". Parió la abuela. Con este precedente supongo que nada se hará contra Gargante. Porque, dicho en estrasburgués, la criatura se ha limitado a utilizar ese derecho a la libertad de expresión que permite llamar al Rey jefe de torturadores. El insulto, la injuria y la calumnia convertidos en derechos.

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