Tribuna Económica

Rogelio / Velasco

Viento de cola

EL efecto sobre los precios ha sido una de las manifestaciones más sorprendentes de la crisis. Un país acostumbrado a padecer una tasa de inflación sistemáticamente elevada y superior a la de los países europeos, se convierte en otro en donde los precios son básicamente estables e incluso presentan tasas negativas durante periodos prolongados.

El INE ha publicado el IPC de junio, que ha estimado en el 0,3% mensual, elevando la tasa interanual al 0,1%, rompiendo con once meses de tasas negativas. La tasa de inflación subyacente (sin petróleo ni alimentos sin elaborar) ha sido del 0,6%, lo que anuncia que el IPC será positivo durante los próximos meses.

Más allá de las partidas que explican ese repunte en los precios -la vivienda y alimentos y bebidas no alcohólicas- la situación general de la economía española está contribuyendo a que los precios salgan del terreno negativo.

Efectivamente, de acuerdo con las últimas estimaciones, el PIB está creciendo a una tasa superior al 3%. Aún con mucha temporalidad y bajos salarios, el empleo también lo está haciendo, incluso a un ritmo superior. Las familias poseen un mayor margen para incrementar el consumo, después de un largo periodo en donde han dedicado el escaso ahorro a reducir sus deudas.

La inversión en viviendas ha repuntado en los dos últimos trimestres, como también lo ha hecho la inversión en bienes de equipo por parte de las empresas. El crédito bancario también se ha reactivado. Y lo que resulta clave para los planes de las familias y empresas a medio plazo: ha vuelto la confianza, que mejora las expectativas de los agentes.

En conjunto, por el lado de la demanda, la economía española está absorbiendo rápidamente la capacidad productiva no utilizada que la crisis ha provocado. Ese empuje por el lado de la demanda contribuye también a explicar el repunte en los precios anunciado por el INE.

¿Cuánto va a durar esta coyuntura favorable? Una vez superado el punto más crítico de la crisis griega, las expectativas son favorables. Va a ser posible mantener un crecimiento continuado de la demanda interna. Además de los factores señalados, hay que añadir dos adicionales. Por un lado, la deuda española vuelve a colocarse a tipos más reducidos. Esto facilita tanto la financiación pública como la privada. Adicionalmente, el precio del petróleo sigue a niveles muy bajos. Esos niveles es bastante probable que continúen a la baja. El acuerdo firmado ayer entre EE.UU. e Irán, que pone fin a cuatro años de negociaciones, va a permitir la salida de petróleo iraní a los mercados internacionales, con lo que se va a incrementar las presiones a la baja en el precio del crudo.

Pero estos son factores externos favorables que le vienen dados a la economía española. Igual que hoy disfrutamos de ese viento de cola, podemos enfrentarnos con viento contrario si las condiciones internacionales cambian. El optimismo, pues, tiene que ser cauteloso. La economía española tiene que continuar con reformas que la hagan más competitiva, para que el crecimiento y la creación de empleo dependan más de nosotros mismos que de las vicisitudes del entorno internacional.

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