desde mi córner

Luis Carlos Peris

Vital es saber a qué se juega

El fútbol directo y pragmático del Levante arrampló con las posesiones largas y el gilifútbol de los de Mel

JUGANDO a no perder la pelota, el Betis perdió ante un rival que jugó a todo lo contrario. Fue el gilifútbol contra una efectividad más propia de un grande que de este Levante que no renuncia a vivir en las alturas y que sabe reconocer que Dios no le llamó por los caminos de la exquisitez. Era una ocasión apropiada para que el Betis pudiera mirar al futuro con optimismo, pero ese fútbol que tanto dio que hablar en ocasiones y que tan nefasto le fue en otras apareció en Orriols con su cara peor y el Betis caía concluyentemente y con estrépito bajo el juego directo, viril, de un Levante ya archiconocido, pero que sorprendentemente aún sorprende.

Tras la estupefacción de comprobar cómo el Levante había hecho sangre en sus dos primeras y únicas llegadas a Fabricio, Jorge Molina recomponía algo las cosas marcando sobre la campana intermedia. Hasta ahí, el balón y casi todo el campo había sido una dádiva del Levante al Betis para que éste se recrease con el sobeo a la pelota y un fútbol cangrejil que hacía bostezar a Munúa. Una especie de gilifútbol que hacía las delicias de los valencianos, únicamente preocupados por las internadas de Jefferson con la consiguiente cosecha de tarjetas. Posesiones larguísimas de los béticos, pero de dos papirotazos, los únicos, el Levante le dejaba cara de tonto.

Jorge Molina aprovechaba una serie de incongruencias defensivas del rival y al descanso no pintaba la cosa tan amenazadora. Pero duró poco la esperanza de arreglar la noche, justamente lo que duró el descanso más cinco minutos, que fue lo que tardó Kone en dejar el pleito visto para sentencia. Quedaba un mundo por delante, con los cambios no mejoraba el equipo de Mel y si se olisqueaba algún gol, ese sólo podría ser para el Levante, que a la contra estaba liquidando al Betis. En fin, que, como tantas y tantas veces en este hermoso juego llamado fútbol, el triunfo cayó del lado del que sabe a qué juega y hasta dónde llegan sus limitaciones.

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