CON la muerte de Manolo Barrios se va extinguiendo una estirpe. Una estirpe cada vez más en desuso, la de los aficionados a nadar contracorriente, que es el tipo opuesto al pesebrero que tanto prolifera en estos tiempos. Manolo Barrios fue de izquierdas cuando serlo era opositar a la cárcel, cuando al mandarinato del Pardo ni siquiera se le podía toser. Y era de izquierdas haciendo malabarismos desde aquella Radio Nacional de entonces, jugando con las palabras para intentar driblar a una censura intratable. Luego, cuando tantos se convirtieron en socialistas de toda la vida y ser comunista estaba estupendamente bien visto, Manolo se derechizó. Y en la derecha sufrió el mayor varapalo jamás recibido con el agravante de que fue abandonado y dejado al pairo por parte de esa facción que defendía. Ha muerto como mueren los grandes luchadores contracorriente, en el pesar de no creer en nada ni en nadie.
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