Anda el bisiesto demostrando a diario su condición de peligro indefinido, repartiendo cornadas por doquier y ayer nos desayunábamos con una de ellas. Cornada certera cuando ya van afinándose las cornetas y atemperándose los tambores para que el hilo musical de la ciudad se conforme con obras de Font o de Pantión. Cornada mortal de necesidad la que ayer sufría mi amigo Ramón Ybarra Valdenebro, sevillano cabal, muy de la Candelaria y miembro de la cuadrilla amistosa de Morante, al que seguía por las arenas de la piel de toro con entusiasmo. Dicen que para morirse sólo hace falta un requisito, el de estar vivo, y Ramón estaba muy vivo, deseando que los días aligeraran para estar el Martes Santo con su gran devoción, la de esa Dolorosa que mora en la plaza que lleva el nombre de su recordado padre.